jueves, 24 de septiembre de 2015

EDITORIAL

Alguien tiene que hablar claro…

En la hora presente de este mundo convulsionado por sus grandezas y avances científicos, alguien tiene que llamar la atención sobre su humanidad. Hay noticias impresionantes sobre la tecnología y otros descubrimientos espectaculares en las ciencias, pero parece que hemos retrocedido en humanidad. Hay fuerzas políticas contradictorias que, por razones sombrías, se han atrevido a querer corregir la plana de la Creación y, sobre todo, la del ser humano. La soberanía del hombre intenta aplastar la soberanía de la cordura y la misericordia, que es el ingrediente –según se constata– más profundamente humano.
El mundo en su globalidad parece estar ya conectado permanentemente. Se hablan muchas lenguas, se discuten en los foros mundiales temas y posiciones indistintas. Temas en serio, otros para ridiculizar y muchísimos obsoletos. Las redes sociales parecieran ser la panacea cultural para el mundo. Pero apenas llegamos a los umbrales del entendimiento mutuo. Queda un largo camino por andar, buscar arreglos convenidos y una paz compartida.
El Papa, en un trayecto de su viaje a Cuba, se ha mostrado agradecido con los periodistas que le acompañan en el avión. Habla de la nobleza de su trabajo, por hacer puentes: pequeños puentes, pequeños, pero un pequeño puente y otro, y otro, y otro, hacen el gran puente de la paz. Hoy el mundo está sediento de paz. Hay guerras, los inmigrantes huyen; esta oleada migratoria que viene de las guerras, para huir de la muerte, para buscar la vida…”.
Cada parte del mundo elogia sus riquezas y grandezas propias, cultura, historia y desarrollos; sin embargo, parece que las grandes posibilidades de los distintos grupos humanos, no alcanzan a beneficiar a los cercanos. Pareciera que, con toda intención, se exacerban las diferencias, se discrepa por todo. El Papa Francisco, en diálogo con los jóvenes, insiste: tenemos que “animarnos a compartir lo que tenemos en común”. Esta es la amistad social.
Cierto que hay riesgos: “El camino de la esperanza no es fácil y no se puede avanzar solo”. La humanidad tiene aristas difíciles para el entendimiento y el encuentro de la concordia pero… “Por favor –exhortó el Papa–, no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación”. Dijo esto refiriéndose a Colombia y Venezuela, pero puede bien aplicarse en todas las fronteras, entre los partidos políticos y, como se dice, hasta entre las mejores familias.
Pueblos enteros son enemigos por razones ideológicas y hasta por creencias religiosas. Para lograr arreglos, parece necesario concordar en la perversidad, en la muerte, la injusticia, la destrucción de nuestro propio hábitat ecológico. Diferentes grupos sociales parecen coincidir en la mentira, se dejan llevar por la sinrazón que expresa el rechazo y vituperio a los distintos. La venganza y la ambición se abren paso por todas las vías de la comunicación; así estamos destruyendo la vida, ilusiones y futuro de los más frágiles.
El servicio a los demás, ha declarado el Papa Francisco, “nunca es ideológico”, citando a un gran hombre inspirador de la vida de esta isla, José Martí: político, democrático, pensador, escritor, periodista, filósofo y poeta cubano. Y dijo que la cultura del encuentro tiene que “superar las dinastías y grupos”. Quitar la mirada acusadora y tener la mirada transformadora a la que nos invita Jesús. “La guerra es la incapacidad de los pueblos para sentarse a negociar”.

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