jueves, 17 de septiembre de 2015

La gente tiene la palabra

La gente 2

Luis Sandoval Godoy

391- Dios aprieta, pero no ahoga
La familia de los Ramírez viene sufriendo una serie de calamidades: la señora, con una rara enfermedad que la tiene postrada en cama, en dolores agudos, y esto desde hace dos años
Don Ladislao, con las heladas y las plagas que desde octubre causaron en su siembra la pérdida total, sin grano qué cosechar, y así guarda todavía una última esperanza.
Chito, el hijo mayor, que trabajaba en el taller de Lupe Castro, fue víctima de calumnias y enredos de faldas; le quitaron el trabajo, dejando a la familia careciendo hasta de ese ingreso.
Don Ladislao, con gran devoción, pide ante la imagen del Divino Rostro colocada al frente de su cama; dirige sus labios y su corazón a Dios, sabiendo que Él, aunque aprieta, a nadie ahoga.

392- Dijo mi mamá que siempre no
Es la historia de un muchacho lerendo que vive rodeado de chiqueos, envuelto en blondas de seda, y cubierto con una curiosa gorra de estambre para librarlo de los vientos helados.
El Bonito, le dicen aquí, no porque lo sea realmente, sino porque sus padres lo apapachan tanto, que parece una planta descolorida, una maceta a la sombra, de hojas blandujas y caídas.
Le echamos carrilla en la escuela; esto es, nos rodeamos de él y hacemos como que jugamos y queremos invitarlo a medir sus fuerzas, a ver si así lo hacemos reaccionar.
Pero él no entiende nuestro deseo, y uno piensa cuán difícil y delicada es la labor de los padres de familia cuando confunden el cariño y las reglas de la buena educación.

393- Digo recio y quedito…
Ya sabemos, el compañero no tiene pelos en la lengua, según se dice de personas que sueltan lo que tienen que decir, y nada detiene su hablar; si aquello es justo y bueno, lo dicen.
Hemos reconocido las maravillas con que Dios bendijo al hombre, y entre esos regalos y bendiciones: la vista, el oído, el olfato, está el hablar. No entendemos a alguien sin este don.
Y parece que por esto mismo nos dio la lengua, para cuya función ha de ser blanda, húmeda y lustrosa, dejando resbalar así lo que queramos comunicar cada instante a los demás.
En todo esto, nos aparece el caso de este compañero que hemos presentado y declara muy orondo y muy presumido que él siempre dice y siempre dirá recio y quedito lo que sea.

394- Dios no lo quiera, pero “ójala”
Ahora como si estuviéramos jugando con Dios o quisiéramos ponerlo en nuestro nivel, olvidando que la voluntad divina está arriba de veleidades, fuera de lo que yo quiera o rechace.
Sin embargo, este decir de nuestros abuelos con entonación ingenua y con acento piadoso, indica qué cerca siente el cristiano la presencia de Dios en sus cosas, las dulces y las amargas.
Y damos casi a contradecir lo que Dios tiene señalado, deseando y pidiéndole que no vaya a suceder aquello, pero al mismo tiempo, en voz baja le pedimos oiga nuestro deseo.
No ha de tomarse esto en actitud rebelde, sino como un “chiqueo” de nuestro corazón, que puesto en los pliegues de su sacra voluntad, pide lo que en tal asunto desearíamos mejor.

395- Dios nos libre de un desgraciado
Dicen que hay muchos “de esos”; que a la vuelta de la esquina puede salir un individuo de mala sangre, un hombre perverso que no se tienta el corazón para hacer mal a un vecino.
Más ahora que antes, parece que nuestra vida avanza en medio de zozobras. Pueda que aparezca un semblante que sonríe, una mirada ingenua, que tal vez esconda un criminal.
Y ahora más que antes, por lo mismo, hemos de ir por la vida llevados de la mano de Dios, y encomendados a Él, nosotros y toda nuestra familia. Si no es así, estamos perdidos.
Esto, para que demos a la suprema oración de los cristianos una sincera fe y filial confianza. Lo que rezamos en el Padrenuestro lo digamos de todo corazón, y Él nos librará de todo mal. Amén.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario