jueves, 3 de septiembre de 2015

La Montaña Santa donde Él asoma su Faz

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Texto y Foto: Pbro. Óscar Maldonado Villalpando

Fue la Vigilia y Encuentro con Cristo Rey en el Cerro del Cubilete, centro geográfico de la República.
Donde las nubes viajeras descienden a sus plantas, donde el sol del mediodía abraza y abrasa con intensidad el paraje: al caer la tarde, enrojece el cielo sobre el Bajío y, en la noche, los vientos acuden en tropel; a gritos, amenazan, ululan o invitan, como un misterio y enigma.
Ha subido el peregrino al Cerro de la Fe, a la montaña del encuentro. El silencio va cayendo, se apagan los afanes y bajan los profanos. Todo queda en paz; regresan a sus nidos en el valle, y arriba se prepara la Velada de Amor. El viento sigue en sus muecas rodeando el coloso; las nubes se entreveran, e interminablemente transitan sobre las siluetas de los montes; flotan, se agitan. “Tu Amor y yo, frente a frente, a solas los dos estamos”.
Es la hora, es el lugar… “el que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”. Hora de la verdad, hora del amor. Como en un refugio, como en una cueva milenaria, los ojos a la lejanía del infinito, atento el oído al arcano.
El Santuario del Rey es sala de audiencias. La lluvia llega, y en la explanada, el piso de rocas retrata las sombras. Las nubes se abren y se asoma la luna en momentos. Desfilan los Turnos de Adoradores, se postran ante el Señor Sacramentado, en el disfraz de plenilunio. Es la hora de alabar, de interceder, de recibir la misericordia. Hora de toparse con Jesucristo vivo, de ponerse en sus manos para ser sanados, tocados por Él.

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