jueves, 20 de octubre de 2016

El Papa Francisco canonizó al niño mexicano en austera ceremonia

La lucha de San José Sánchez fue con la fuerza de la oración

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Pbro. Antonio Gutiérrez Montaño

ROMA, ITALIA.- El sello característico que el Santo Padre ha dado a su pontificando se hizo manifiesto en la sencilla pero emotiva y significativa Celebración en la que declaró, junto con el nuestro, a otros seis nuevos Santos (dos italianos, dos franceses, un español y un argentino); todos ellos, consagrados.

Momentos memorables
Las palabras con las que Francisco declaró Santos a los candidatos que fueron presentados por el Cardenal Angelo Amato, Religioso Salesiano (Prefecto para la Congregación de las Causas de los Santos), están llenas de profundidad y sentido cristiano, además de su belleza:
“En honor de La Santísima Trinidad, para exaltación de la Fe y el incremento de la vida cristiana… después de implorar, muchas veces, la ayuda de Dios… declaramos y definimos Santos a…” Los Santos están en el Cielo, pero tienen mucho quehacer: honrar eternamente a La Trinidad Santa y estar al servicio del prójimo que está en el mundo, para que se fortalezca la Fe de los creyentes.
A diferencia de la impartición de los Sacramentos dentro de la Misa, que se realiza luego de la Homilía, la Ceremonia de Canonización da principio a la Eucaristía. Son nombrados nuevos Santos, y presiden como tales toda la Celebración.

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Predicación concisa y precisa
El Santo Padre no le dedicó mucho tiempo a la explicación de la Palabra. Pero esto no le quitó fuerza y claridad a su mensaje.
Con las Lecturas que marcaba la Liturgia del domingo 16 de octubre, día de fiesta para la Iglesia, y particularmente para la comunidad católica que peregrina en México, el Papa dijo que “nosotros solos no somos capaces de alcanzar un corazón que le sirva a Dios con fidelidad y pureza de espíritu”.
Con algo de calor, pero más en el ambiente de alrededor de 50 mil fieles, muchos de ellos peregrinos de los países de origen de los canonizados, El Sucesor de Pedro indicó que el tema de la oración es el centro de la Palabra de Dios de este domingo.
Se refirió a los nuevos Santos como aquellos que alcanzaron la meta, que adquirieron un corazón generoso y fiel, gracias a la oración. Oraron con todas sus fuerzas, “han luchado y han vencido”.
Recordó el Pontífice que el cansancio es inevitable, pero que, con la ayuda del otro, la oración puede continuar, “hasta que el Señor concluya su obra”. El testimonio de esta afirmación es San José Sánchez. Su fuerza, además de Dios, se la enseñaron y se la transmitieron sus padres, con su oración.
No se vence en la batalla sin la perseverancia de la oración, subrayó el Papa. “Orar siempre sin desanimarse” (Lc 8,1). “Éste es el modo del obrar cristiano, dijo, estar firmes en la oración para permanecer firmes en la Fe y en el testimonio”.
Pidió orar y luchar, ser hombres y mujeres “que luchan con la oración”.

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Celebraciones en torno a la Fiesta
La Ceremonia de Canonización no es sólo una Celebración. Junto con ella, que es la principal, se llevaron a cabo otros momentos gozosos.
Con la satisfacción de saber que hay más alegría en el Cielo por un pecador que se convierte, que por 99 justos que no necesitan arrepentirse (ver Lc 15,7), se llevó a cabo una Paraliturgia Penitencial en la Parroquia de San Andrés, presidida por el Obispo Auxiliar de Zamora, Mons. Jaime Calderón Calderón, la noche del viernes 14 de octubre.
Al día siguiente, sábado 15, a las 7 am, se inició la Procesión de los peregrinos que llegaron de México para la Canonización, con la finalidad de ganar la Indulgencia Plenaria, cruzando la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, culminando con la Concelebración Eucarística presidida por Mons. Alfonso Cortés, Arzobispo de León. En la Homilia, recordó que el cristiano está llamado a darle plenitud a su persona con una vida de santidad.
Y un día después de que fuera declarado Santo el niño mexicano, se vivió una gran manifestación pública de la Fe de los mexicanos por algunas calles de Roma, ante la sorpresa de locales y turistas, cuando se trasladó la reliquia de San José Sánchez (un hueso de su clavícula, que fue expuesto en una custodia), del Templo de Santa María en Trastevere, al Templo de San Bartolomé, lugar simbólico por ser centro de reunión de la ecuménica comunidad de San Egidio.

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