jueves, 20 de octubre de 2016

El Médico Católico

Vocación para el servicio

Medicina Infantil DIF Jal

Sección Diocesana
para la Pastoral de la Salud

El 23 de Octubre es Día del Médico. Bien conocido es que, de las profesiones, la del Médico es de las más exigidas desde su formación. Grandes esfuerzos, ¿para qué? El Diccionario define como: “Persona legalmente autorizada para ejercer la Medicina”. ¿Tanto esfuerzo para recibir un Título? Definitivamente, no. Se requiere de algo más, algo muy especial, que es la VOCACIÓN, término que viene del latín vocare (llamar).
El Médico Católico es una persona que ejerce la Medicina como una respuesta a una vocación recibida por Dios mismo y conlleva un compromiso con Dios, pues recibe el amor para ser su instrumento difusivo para los enfermos y los que sufren.

Hacer presente a Cristo ante los enfermos
De la profesión médica nace el Juramento Hipocrático, que tiene su centralidad en “No hacer el Mal al paciente, hacer siempre el Bien y estar totalmente al servicio de la vida en todas sus etapas”.
La enfermedad y el sufrimiento son fenómenos que, tratados a fondo, van más allá de la Medicina y tocan la esencia de la condición humana en el mundo. El Médico que se ocupa de ellos debe estar consciente de esta implicación y le es requerida una entrega total.
El “llamado” se actualiza en cada solicitud de ayuda de Cristo Sufriente, personificado en el rostro del enfermo encomendado a su cuidado. Así, se enlaza la misión del Médico de “dar la vida con la del mismo Cristo, que vino a dar la vida y darla en abundancia” (Jn:10,10).
El Médico, con este ministerio, participa de la acción Pastoral y Evangelizadora de la iglesia, pues el servicio a los enfermos es parte fundamental en la Misión Eclesial: “Cristo mismo envió a sus Apóstoles a predicar el Evangelio y curar a los enfermos” ( Mc: 16,15-18).
Como decía San Juan Pablo II, en esta relación (de una persona enferma que tiene necesidad y se confía a otra persona que puede ayudarle), el Médico Católico pone al servicio del enfermo y del que sufre todos los conocimientos adquiridos por el estudio y su experiencia en la práctica médica, orando, pidiéndole a Dios le conceda el don de curar o ayudar a esa criatura que sufre; procurará orientarle para recuperar la armonía en todas sus dimensiones (espiritual, mental, emocional, física y social).
(Fuentes: Cardenal Javier Lozano Barragán, “Teología y Medicina-“. San Juan Pablo II, “Carta para los Agentes de la Salud”. Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud. Curso Básico de Pastoral de la Salud. Arquidiócesis de Guadalajara.)

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