jueves, 13 de octubre de 2016

#DeMisionesEnElNorte

El inicio de la aventura

visita

Jesús Pedro Herrera,
4º de Teología

Eran las 20 horas del viernes 8 de julio de 2016, cuando un grupo de diez Seminaristas de Tercero de Teología, dos Diáconos y un Sacerdote, nos reuníamos en el Seminario Mayor de Guadalajara para iniciar un recorrido de más de 1,570 kilómetros que nos conduciría, por alrededor de 20 horas, hasta arribar a la población de Ímuris, Municipio de Sonora, a 40 minutos de la Frontera con Arizona.
Viajar por tantas horas en un espacio pequeño es algo incómodo, pero la emoción de explorar nuevas tierras más allá de nuestra Arquidiócesis nos mantenía a todos muy inquietos y algo ansiosos por llegar a nuestro destino.
Nuestras pupilas se deleitaban de las maravillas de la Naturaleza y de los grandes cambios en los ecosistemas conforme avanzábamos hacia el Norte. Por las ventanas de la camioneta en la que viajábamos se contemplaban las tierras áridas y los ´sahuaros´ tan típicos de la tierra sonorense, y una vez llegando a la Parroquia de San José, al abrir las puertas que nos aislaban del clima en el exterior del vehículo, pudimos experimentar en carne propia lo tremendo del calor del desierto, un calor seco que se asemeja al candor de un horno de cocina, o al que emana de un brasero que contiene carbón al rojo vivo. Quizá suene exagerado, pero para alguien que no conocía el desierto, ésta sea probablemente la primera idea que se le viene a la mente.
La gente de Sonora nos recibió con los brazos abiertos, siempre muy amable y atenta con los “Seminaristas del Sur”, término que al principio se nos hacía raro.

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Una gastronomía distinta, pero muy sabrosa
Es maravilloso saber que, a pesar de vivir en el mismo país, el sazón y los platillos varían mucho “del Norte al Sur”. Allá, las personas no acostumbran la tortilla de maíz, sólo las hechas con harina de trigo, que varía en tamaños, desde la pequeña que usan para las quesadillas, hasta la ´sobaquera´, que llega a medir como un metro de diámetro y que acompaña a la barbacoa sonorense; el menudo es blanco y contiene también granos de pozole, no se le agrega ´mejorana´, y en lugar de tortilla se acompaña con un pan que parece sema, adicionado con mantequilla, aparentando una especie de ´mollete´.
Una de las especialidades es la carne asada, que la sirven cortada en cuadritos para hacerse tacos de tortilla de harina o ´caramelos´, que vendrían a ser, para nosotros, las ´gringas´. Ah, pero eso sí!, la mayoría de las comidas son acompañadas por un chile llamado ´chiltepín´, que parece una bolita de dulce, pero, ¡cuidado!, que es algo bravo. Y de postre, es muy recomendable unas ´coyotas´ rellenas de mermelada de higo, con un buen café.

La Fe que busca dar respuesta
El hecho de ser un poblado muy cercano a la frontera estadunidense hace que Ímuris esté influido por un gran número de protestantes, lo cual es un reto no sólo para esta Parroquia sino para toda la naciente Diócesis de Nogales, que también alberga a un gran número de migrantes que buscan cruzar al país del Norte.
Pero, a pesar de este ´sincretismo religioso´ que allí se vive, la mayoría nos recibió con gran gusto en sus casas y externaba su emoción al ver a los Seminaristas que iban de hogar en hogar visitando a las familias, a pesar de la temperatura y del clima.
La alegría del Evangelio se contagia, y en esas tres semanas que estuvimos por allá, pudimos constatar que la Fe que se comparte es capaz de dar respuesta a las necesidades del hombre, y que, a pesar de las dificultades vividas, la llama de la Esperanza cristiana hace el yugo suave y la carga ligera.
Sin duda alguna, fue de gran fruto la primera Visita Pastoral que realizó el Obispo de Nogales a las comunidades de Ímuris, y las personas pudieron palpar, en la persona de Monseñor José Leopoldo González González, el mismo rostro de Cristo Buen Pastor.
Como miembros de una misma Iglesia, les invito a orar por esta Diócesis recién nacida.

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