Texto y Foto: Pbro. Alberto Ávila Rodríguez
Una construcción que marca los rumbos de peregrinaciones y congrega la fuerza de oraciones, dichas apenas en balbuceos. Son historias de sufrimiento, son razones de familia, de trabajo, de niños que están naciendo. Son el nervio del verbo del creyente, que pretende vislumbrar un mundo mejor.
El Templo mayor marca su asentamiento con una Cruz en el centro y se eleva como el humo del incienso que lleva ofrendas al cielo, mientras le devuelven la paz y el contento.
Plegarias que piden de regreso misericordia. Ahí, junto al recinto de clemencia, se desgranan peticiones, quejas y desilusiones. Ahí también están las formas de vida del pueblo.
De ahí han partido misiones y omisiones. Van a los bosques chiapanecos; se previenen para hacer filas en oficinas públicas. La pobreza rebota en las paredes de la injusticia, y se cansa de tocar puertas en instancias oficiales.
Pobreza e injusticia, esperanza y desconsuelo. Son medias hermanas que a veces se llenan de indiferencia.
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