Licenciada Lupita:
¿Cómo hacerle entender a mi esposo que está en un error cuando es flojo? Él no nos respeta y me reclama que lo hago menos cuando lo corrijo, pero en realidad sólo quiero hacer las cosas bien. Es irresponsable, no aporta lo suficiente a la casa y me canso de verlo mediocre y sin aspiraciones de nada. Le digo de todas las formas lo que debe hacer, pero cada vez se enoja más conmigo y me dice que no soy su mamá. No es borracho ni vicioso, pero ya no encuentro la forma de que caiga en razón. ¿Debo aguantarlo así?
Evangelina D.
Querida Evangelina:
Nuestros sentimientos son precedidos por nuestros pensamientos. Si piensas de tu esposo tan mal como hablas de él, tu corazón debe estar lleno de amargura, y tus acciones, aunque no te des cuenta, van sembrando ese sabor agrio con el que se impregnan tus relaciones con los demás, especialmente con tu marido.
Gran parte de los problemas matrimoniales surge de ese estilo explicativo que adoptamos en la modernidad. Vemos claramente los defectos de los demás y no vemos los nuestros.
En la Misa por la Reconciliación de las dos Coreas (agosto 2014), el Papa Francisco nos pidió rechazar una mentalidad fundada en la sospecha, la confrontación y la rivalidad, y promover, en cambio, una cultura modelada por las enseñanzas del Evangelio y los más nobles valores.
Como esposa cristiana, te invito a que te quites los lentes del individualismo y actúes de acuerdo a las enseñanzas de Quien es nuestro único Maestro. El Padre Alfonso Torres, Sacerdote Jesuita, mencionaba en sus Ejercicios Espirituales un útil consejo: “El mejor modo de santificarnos es aprovechar en el momento presente lo que tengo a mi alcance para ejercitar virtudes; las virtudes exactas que eso me exija”.
Si requieres poner en práctica tu paciencia, comprensión, creatividad, respeto, dulzura, ingenio y mucho más para tratar a tu esposo con dignidad y así obtener lo mejor de él, ¡hazlo!
Ejercítate en ver las cualidades de tu marido (que sí las tiene, como cualquier ser humano), y concéntrate con sinceridad en reconocer tus propios errores y defectos de carácter. Cuando cada uno de nosotros nos esmeremos en transformarnos a nosotros mismos, entonces cambiaremos al mundo. Si seguimos por la vida criticando a los demás, perderemos la valiosa oportunidad de conocernos realmente, de aceptar nuestra verdad y de superarnos en las áreas en que nos haga falta hacerlo.
Por eso, precisamente, Jesucristo nos ha pedido que seamos perfectos como nuestro Padre lo es (Mt. 5,48). Él sabe que no podemos ser perfectos, pero es el alto ideal que nos plantea para que caminemos hacia la eternidad; esto es, nos propone ser santos.
¿En qué consiste la santidad? El Padre Torres responde: “Es el cumplimiento fiel de la Voluntad Divina; es vivir enteramente para Dios y ponerse de lleno en Su voluntad. Para santificarse es condición indispensable vivir en la verdad”.
Tal vez tengas razón cuando señalas los defectos de tu cónyuge, pero en esta vida no estamos para calificar y descalificar a los miembros de nuestra familia, sino para AMARLOS.
Recuerda que amar no es lo mismo que solapar conductas dañinas; no significa permitir abusos, irresponsabilidades ni maltratos; amar tiene que ver con lograr sacar lo mejor del ser amado, dándole a él lo mejor de nosotros.
¡Ánimo!, cultiva virtudes y transforma tu ambiente desde dentro de ti misma.
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