¿Eres verdaderamente libre?
Silvia Anahí Ruvalcaba Ortiz
Instituto Juan Pablo II
para la Familia
A lo largo de la Historia ha existido una gran cantidad de personas con disposición a dar su vida por la libertad. Pienso, por ejemplo, en William Wilberforce, quien siendo miembro del Parlamento Británico, lideró una campaña en contra de la esclavitud en el Siglo XVIII. Y es que la importancia de la libertad estriba en que va ligada directamente a la dignidad de la persona.
Antes que nada, su definición: ¿qué es la libertad? Puede decirse que es la capacidad que tiene el ser humano de hacer algo intencionadamente según su voluntad. Existen dos tipos de libertad: la exterior y la interior. La libertad exterior tiene qué ver con poder hacer o dejar de hacer algo sin que nada ni nadie, externo a nosotros, nos lo impida o nos obligue. En cambio, la interior, también llamada libertad de espíritu, es la capacidad que tiene la persona para elegir una u otra cosa; ejecutar o no una acción cuando se dan las condiciones para ello, sin ser obligado.
Muchas veces creemos que nuestra libertad depende de las circunstancias externas con las cuales nos topamos; incluso, suele ser más fácil o cómodo culpar a los demás de dichas dificultades que asumir la responsabilidad que nos toca. Ante esta situación, ¿te has puesto a pensar en que aceptar las limitaciones personales, la propia fragilidad, las situaciones y frustraciones que la vida nos impone, son modos de hacer crecer nuestra propia libertad interior? ¿No será que en ese ámbito personal podemos llegar a ser mucho más dueños de nuestras reacciones, y por tanto más libres?
La libertad como aceptación
Entendamos que la aceptación no es lo mismo que la pasividad o el cruzarnos de brazos ante los obstáculos que se nos presentan, ya que la aceptación es una actitud muy activa que requiere mucho dominio de uno mismo. Es más, te propongo reflexionar acerca de la siguiente paradoja: “Las situaciones que nos hacen crecer de verdad, son precisamente aquellas que no dominamos”. La aceptación se da básicamente en tres áreas de nuestra vida: la aceptación de uno mismo, la aceptación del sufrimiento y la aceptación de los otros.
Conclusión
La libertad sólo se vive en el momento actual, pues, como dice un personaje de la película de “Kung Fu Panda”: “El ayer es historia, el mañana es un misterio, pero el día de hoy es un regalo. Por eso se llama presente”. Vivir en el presente y aceptarlo es una actitud fundamental para alcanzar la libertad interior, ya que con ello confiamos en que Dios, en su Providencia Infinita, permite cada instante para nuestro bien.
Por tanto, la verdadera libertad consiste en que en cualquier circunstancia, y gracias a la asistencia del Espíritu Santo, Quien nos ayuda en nuestra debilidad, contamos con la posibilidad de creer, de esperar y de amar, lo cual nadie podrá impedírnoslo jamás. Y aunque no siempre podemos cambiar cuanto nos rodea, tenemos la capacidad de darle un sentido a todo, incluso a lo que no lo tiene.
“El crecimiento de la Fe, de la Esperanza y la Caridad es la única vía de acceso a la libertad”.
Jacques Phillipe
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