viernes, 5 de septiembre de 2014

Agradecidos por la amistad de 50 años

Ex alumnos del Seminario


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Rafael Ramírez Lira


Los años han pasado, pero los afectos, los compromisos y la gratitud continúan fortaleciéndose. Son ya cinco décadas desde aquel primer encuentro en el Seminario Diocesano de Guadalajara, cuando se constituyó el Colegio “Fray Felipe Galindo y Chávez” en la antigua Casona de San Martín y abrió sus puertas para recibir a más de 250 adolescentes, que en septiembre de 1964 daban inicio a sus estudios de Secundaria (ya reconocidos oficialmente), y con éstos, a la primera etapa de formación para el sacerdocio.

De entonces a la fecha, muchas historias individuales de aquellos muchachos inquietos y llenos de ilusiones se han escrito y dado frutos en diversas áreas profesionales o eclesiales y en los más diversos lugares de nuestro país, trascendiendo incluso fronteras.


Volver a verse, entre gratitud y remembranzas

Por estos motivos, el sábado 30 de agosto, la amistad, el agradecimiento a Dios y un nuevo impulso en sus vidas, fueron elementos integradores del reencuentro de tantos de aquellos ex alumnos, que hace medio siglo daban los iniciales pasos en su formación.

El numeroso Grupo fue recibido en aquel entonces por quien fuera el Padre Prefecto Encargado de la Casa de San Martín y ahora Arzobispo Emérito de Acapulco, Monseñor Felipe Aguirre Franco, sin imaginar siquiera que de ese Grupo, además de los que en el transcurso de la formación se agregaron, saldrían tres Obispos: Óscar Armando Campos Contreras, de la Diócesis de Tehuantepec, Oaxaca; Pedro Vázquez Villalobos, de Huatulco, Oaxaca, y José Isidro Guerrero Macías, de Mexicali, B.C., así como más de una treintena de Sacerdotes, tres Religiosos de diferentes Congregaciones, y Laicos muy destacados en actividades profesionales, ejemplares seglares y jefes de familia.


Piedad y emoción en la Santa Misa

Encargado de recibir a las familias asistentes a esta reunión, fue el Coro de la Escuela Superior Diocesana de Música Sacra, que con selectas interpretaciones clásicas en latín introdujo a los participantes en un ambiente de nostalgia y devoción a la Celebración Eucarística de Acción de Gracias en la Parroquia de Nuestra Señora de Altamira, de Zapopan.

Los asistentes revivieron aquellos cantos tarareando con el Coro, presumiendo con sus hijos y esposas sus conocimientos y entonaciones en latín. No perdían detalle de alguien nuevo que se incorporaba a la Celebración; venían a la mente nombres y sobrenombres; se recordaban palabras lejanas, como “mamitis”, cuando se lloraba el primer día de ingreso por la separación de padres y hermanos… ¡Híjole!, y aquél tan “chaveta” (inteligente) que era, y ahora mira qué gordo… Y así, muchos recuerdos y sobrados motivos para decirle a Dios: ¡Gracias!

La Santa Eucaristía fue presidida por el aludido Obispo de Tehuantepec, Óscar Campos, concelebrando con él Sacerdotes de la misma Generación, que acudieron de diferentes Diócesis.

“Hoy hemos venido a agradecer a Dios que nos dio la oportunidad de ser hermanos y amigos, más allá de diferencias y problemas; por eso, ahora celebramos su presencia en nuestras vidas y por ser miembros de una gran familia desde que iniciamos nuestro paso por el Seminario. Él siempre nos ha tenido en su mente, desde antes de ser concebidos”, dijo en su homilía Monseñor Campos, y añadió: “En este recorrido ha estado presente Cristo para animar los gozos, sostenernos en las penas, concedernos, a unos, el don del Sacerdocio, y a otros, la vocación matrimonial con la bendición de los hijos”.

Por su parte, el Padre Sebastián Rojas, de la Diócesis de Ciudad Guzmán, agradeció la semilla que el Señor sembró en cada uno y que ahora está dando perfectos frutos. “Qué hermosa es la vida matrimonial”, manifestó viendo a sus compañeros realizados como padres de familia; “pero también qué hermosa es la vocación sacerdotal”, haciendo alusión a sus compañeros que encontraron cada día y en cada acción la alegría y su realización en el servicio al prójimo.

Al hacer uso de la palabra, el señor Cura y Canónigo Rafael González Reynoso, Párroco de San José de Analco, agradeció a Dios y al Seminario de Guadalajara “por haber fortalecido la Fe que nos dieron en nuestras familias y que ahora multiplica sus acciones en todos los campos donde cada uno se encuentra trabajando”. Lo que le hizo cerrar, contundente, exclamando: “¡Bendito sea el Señor!”

Asimismo, el reconocimiento fue emotivo por aquel llamado que los convocó; gratitud al Seminario de Señor San José, que por muchos años fue la Casa que alimentó sus esperanzas e ilusiones; a los Maestros que formaron sus vidas y a todos los presentes y ausentes por haber sembrado la amistad, ahora tan sólida, que alienta en su lecho a quienes sufren alguna enfermedad, o que se eleva en ferviente oración y recuerdo por los que ya han partido y que son parte de la historia de esta Generación 1964-1979.

Concluido el Acto Eucarístico, la alegría comunitaria, durante una comida y convivencia, prorrumpió en cantos, saludos, reminiscencias, y refrendando el deseo de volver pronto a reunirse.


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