viernes, 5 de septiembre de 2014

De no saber por dónde empezar

¡México lindo y querido!…


Limpiaparabrisas


Alberto Gómez Barbosa


Tiene México, Nuestro país -lo recalco porque parece que muchos olvidan que de aquí somos y que aquí estamos- tantos “frentes” abiertos y de tal magnitud, que es de no saber por dónde empezar.

Son miles los asesinatos y secuestros que acontecen anualmente desde hace ya más de una década, lo que muestra la incapacidad del Estado para garantizar la paz social. Es claro el poder del crimen organizado y la impotencia de la ciudadanía que, excepcionalmente, ha sabido organizarse para poner fin en su territorio a las extorsiones y crímenes de la delincuencia; pero cuando parecen dar resultado las acciones de las ‘autodefensas’ o como se llamen, los grupos son descabezados y sus dirigentes desaparecidos o encarcelados y vejados. La represión a los ciudadanos, por parte de soldados, marinos y policías, ha dado como resultado centenares de desaparecidos y muertos, incluidos niños. Un caso muy reciente fue el del pequeño poblano que perdió la vida por disparos de balas de goma de la Policía.


Un catálogo de reveses

Las Reformas laborales y económicas han traído incremento en el costo de la vida. Aumentan los precios de gasolina, electricidad, gas, comestibles, medicinas, agua, peajes; todo sube, menos los salarios, y cada vez son menos las prestaciones de que goza la clase trabajadora, y mucho menos los puestos nuevos de trabajo que se ofrecen a una población que ha perdido en unos años gran parte de su poder adquisitivo.

La agricultura pasa por graves problemas. La sociedad rural, que podría alcanzar hasta el 30% de la población total, ha envejecido; la juventud prefiere emigrar a las ciudades o a otros países, especialmente a Estados Unidos o enrolarse en la delincuencia, y como resultado, la mano de obra femenina se ha hecho cargo, en gran parte, de la fatigosa actividad de la siembra y cosecha.

Falta de los apoyos oficiales que la hicieron en otras épocas prosperar, nuestra agricultura tiene ahora sobre sí la amenaza de las poderosas corporaciones agroindustriales que quieren monopolizar semillas, fertilizantes e insecticidas a través de la imposición de los transgénicos, producidos, desde luego, por ellos mismos, que los convertiría en únicos proveedores de la agricultura mundial, sin que les importe la desaparición de las plantas originales en las que se basa la alimentación de la mayor parte de las culturas del mundo, ni los daños inmensos que sufriría, debido a esa imposición, la ecología del planeta.

La minería a cielo abierto, que tanto daño ambiental y social ha causado en muchos países, tiene a México en la mira. Acaba de ensancharse la puerta que da entrada a empresas mineras, mayormente extranjeras, para la explotación de nuestros suelos. La posibilidad de la llamada “ocupación temporal” que les permite a esas corporaciones exigir el préstamo de tierras, sean de cultivo, urbanas o de cualquier otro uso, les deja manos libres para que remuevan los suelos, extraigan el oro y la plata y luego regresen las superficies como montañas de tierra inservible, las aguas contaminadas con cianuro, y seguramente dándole unas palmaditas en la espalda, le digan al propietario: “Trabájalas; son todas tuyas”.

Bien sabemos del poder económico que esas corporaciones tienen, lo cual les permite dividir a los grupos de terratenientes campesinos, ya sea comprando a los líderes o “convenciendo” a los pequeños propietarios acerca de la “bondad” de cederles sus tierras en ocupación temporal. De nuevo los espejitos por el oro y la plata. El saqueo es ya de tal magnitud, que se afirma que en los últimos cinco años las mineras extranjeras han extraído y se han llevado el mismo volumen de oro y plata que obtuvieron los españoles en 300 años de dominación.


Las etnias, las más vulnerables

Por otra parte, las comunidades indígenas son permanentemente acosadas. Se les quitan los derechos sobre sus tierras y sobre el agua, situación que a ellos les resulta incomprensible, pues sus usos y costumbres les enseñan que la Naturaleza nos pertenece a todos. Los llamados “apoyos” que se les brindan sin ton ni son, sólo les llevan lo peor de nuestros usos y costumbres: alimentos chatarra, cerveza y licores, bebidas azucaradas, televisión abierta, la de peor calidad.


Son muy otros los apoyos que requieren con urgencia. Recientemente, un miembro de la UNORCA de Chihuahua, de la comunidad Rarámuri, señaló: “Este pueblo no requiere de tractores ni de grandes proyectos agroindustriales, sino de herramientas para trabajar los huertos de traspatio que nos dan maíz, frijol y chile; pero es también muy importante que las Tiendas Liconsa dejen de vender alimentos chatarra”.

Las grandes mineras y los proyectos turísticos gigantescos, enormes hoteles, teleféricos, etc. están destruyendo a los Tarahumaras y su Cultura. Desde que les llevamos la chatarra, han perdido tradiciones culinarias como el pinole, con el que se han alimentado habitualmente. Los jóvenes consumen ahora fritos y refrescos, que además de dañar su salud, se los venden a precios que para ellos son elevadísimos.

Las empresas turísticas, principalmente transnacionales, amenazan nuestras costas más bellas, algunas como en Baja California Sur, declaradas Patrimonio de la Humanidad. En localidades de algunas decenas de personas dedicadas a la pesca, se planean emporios con miles de cuartos de hoteles, campos de golf y toda la infraestructura que esos proyectos requieren, y que, de realizarse, acabarían con la ecología de esos lugares, pues las exigencias del repentino aumento poblacional a gran escala haría insostenibles los sistemas naturales.

Y aún hay más. Por ello, repito, al analizar nuestras dolencias, las de los habitantes de este México lindo y querido, no sabe uno por dónde empezar.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario