jueves, 18 de septiembre de 2014

Debemos ser indulgentes con todos

Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara


Hermanos, hermanas:


En la Lectura del Evangelio del domingo anterior, se nos hablaba del perdón, un tema sumamente importante por la situación que atravesamos en diferentes niveles. En él, Pedro le pregunta a Jesús: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Y Jesús le contesta: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”; es decir, siempre.

Perdonar es, sin duda, una de las actitudes más difíciles de vivir para el cristiano, pero en el perdón está la diferencia y la credibilidad ante todos los demás creyentes y no creyentes, de lo que profesamos. Y también donde puede estar en juego nuestra salvación misma.

Pensando en la Primera Lectura de ese domingo (del Eclesiástico), que dice: “Piensa en tu fin y deja la cólera; piensa en la corrupción del sepulcro”, también está no sólo en juego la credibilidad del cristiano, y de la Iglesia, sino su propia salvación. El Señor no nos pide más de lo que Él hace. Nos pone el ejemplo. Él es el Rey que siempre está dispuesto a perdonar, a pesar de los muchos millones que le podamos deber, siempre y cuando mostremos nuestro arrepentimiento, la disposición y la práctica en nosotros, también para perdonar.

Dios nos disculpa y nos salva, pero no va a hacer lo que a nosotros nos corresponde: perdonar, de corazón, al hermano que nos ofendió.

Es por eso, amigos y amigas, que cuando existe algún conflicto, debe haber un esfuerzo común, tanto del ofendido como del ofensor, para superar el mal causado, y para encontrar una convivencia que haga sentirnos nuevamente hermanos.

Como seres humanos, tenemos que mantener una actitud permanente para eliminar cualquier distancia, recelo, rencor o prejuicio que podamos tener a causa de una actitud negativa y que nos impida una auténtica convivencia fraterna.

El amor a Dios también se encuentra en la manera de relacionarnos con nuestros semejantes, y lo manifestamos en saber amar a nuestro prójimo ¿De qué sirve la reconciliación, acercarnos a confesar nuestros pecados, si las relaciones con nuestros hermanos no están bien?

Muchas veces no nos es posible pedir perdón directamente a la persona. También, en ocasiones nos resulta difícil saber cuándo y a quiénes hemos causado un daño; pero, en los casos en que tengamos la plena conciencia de haber ofendido a alguien, tenemos la obligación de enmendar nuestro error y buscar la mejor manera para ser perdonados, y así estar en armonía con nuestros semejantes y vivir en comunión con Dios.

Es por eso que Dios no nos pide más para perdonarnos; sólo que perdonemos también nosotros a quienes nos han causado algún mal.

Todavía con el ánimo patrio encendido por las Fiestas de la Independencia de nuestra Nación, es oportuno buscar la mutua y pronta reconciliación entre los mexicanos, ciudadanos cuya mayoría somos católicos y nos toca poner el ejemplo.


Yo les bendigo en el nombre del Padre,

y del Hijo y del Espíritu Santo


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