jueves, 18 de septiembre de 2014

El testimonio de las Monjas ultimadas

Hna. Virginia Isingrini, MMX


La presencia de las Misioneras de María-Xaverianas (MMX) en Burundi, empieza desde el lejano 1961 y, por así decirlo, no fue una presencia planeada. Nuestra Fundadora, la Madre Celestina Bóttego Healy, quiso acompañar la apertura de la primera Comunidad de Misioneras en el ex Congo Belga (ahora República Democrática del Congo), pero al poco tiempo de haber llegado estalló la insurrección contra el dominio colonial. No hubo más remedio que refugiarse en el cercano Burundi, sin tener un lugar preciso dónde llegar ni a nadie que las esperara.

Gracias al apoyo de las Madres y los Padres Blancos, fueron poco a poco conociendo la nueva realidad y encontraron en las montañas unas aldeas sumamente necesitadas de la presencia misionera. Se estableció, así, la primera Comunidad de Xaverianas en Burundi y, con el tiempo, le siguieron otras. En el 1984, tras un Golpe de Estado, fueron expulsadas del país, junto con muchos otros Misioneros extranjeros. Pero el amor por aquella tierra nunca cejó, y en el año 2000 volvió a abrirse una pequeña Comunidad en la periferia de la Capital, Bujumbura, en la Parroquia de San Guido María Conforti, guiada por los Padres Xaverianos.


comunidad de hermanas, con Olga Lucia Bernardetta


Un execrable asesinato

Aquí vivían Olga, Bernardetta, Lucía y Clémentine hasta el trágico domingo 7 de septiembre. Dos de ellas, al regresar del aeropuerto, a donde fueron a recoger a unas Hermanas, encontraron en la Casa a Olga y a Lucía bárbaramente asesinadas. Ninguna amenaza ni nada que hiciera pensar en un desenlace tan cruento. Pero la tragedia no había terminado aún. En la noche de aquel mismo día, pese a que otras Hermanas se quedaron a dormir allí para reconfortar y proteger a las dos que se habían salvado, por segunda vez manos asesinas se introdujeron en la Casa para acabar con la vida de Bernardetta.

Tres mujeres ancianas y frágiles. Lucía estaba por cumplir 76 años, de los cuales 12 pasados en Brasil dando su servicio de Enfermera y Partera en zonas marginadas, y 25 en Congo. Bernardetta, de 79 años. Una vida, 40 años, entre Congo y Burundi, dedicada a la promoción de la mujer y a la alfabetización de los adultos. Olga, la más anciana, de 83 años, buena parte de los cuales dedicados a la Pastoral y la Catequesis. Todavía no sabemos el porqué de tanta crueldad. La justicia humana seguirá su camino; la de Dios, ya lo hizo desde la Cruz.


Como despedida

Son significativas unas palabras que las tres escribieron poco antes de salir de Italia hacia su último viaje. Las tres, llenas de achaques, pero apasionadamente enamoradas de su Misión, de su gente, de sus pobres, al punto casi de implorar que las dejaran volver a aquellas tierras. Así escribía Olga, antes de su salida: «Me hallo ya en el umbral de los 80 años. Las Superioras dudaban si dejarme partir. Un día, durante la Adoración, recé así: “Jesús, que se haga tu voluntad; pero Tú sabes que deseo volver a mi Misión”. Me llegaron clarísimas a la mente estas palabras: «Olga, ¿crees que vas a ser tú quien salve África? África es mía. No obstante, estoy contento de que partas: ¡ve y entrega la vida!”. Desde aquel momento no volví a dudar».

Y Lucía, la vigilia de su salida, dejó escritas estas palabras: «Estoy por volver a Burundi, a mi edad, con un físico débil y limitado que no me permite ya correr día y noche como lo hacía antes. Con todo, siento que el empuje interior y el deseo de ser fiel al Amor de Jesús por mí, hecho concreto en la Misión, siguen vivos La Misión me ayuda a decirle en mi debilidad: “Jesús, mira, éste es mi don de amor para Ti”».

Bernardetta, con su usual dulzura y humildad, nos recordaba que «es preciso alimentar una mirada de simpatía, de respeto y aprecio por las culturas y los pueblos donde nos encontremos a vivir. Esta actitud, además de dar serenidad a la Misionera, la ayuda a encontrar más fácilmente el lenguaje y los gestos oportunos para comunicar el Evangelio. Pese a los muchos conflictos, me parece percibir la presencia de un Reino de Amor que va creciendo como una semilla de mostaza, de un Jesús que está presente y se entrega a todos. En este momento de mi camino, continúo mi servicio entre los hermanos africanos, tratando de vivir con amor, sencillez y gozo».


Semillas de Esperanza

Ojalá que estas palabras, y sobre todo su testimonio fiel y silencioso, se prendan como una tenue luz de esperanza y de perdón en el corazón de quienes acabaron con sus vidas.

Quiero terminar con las palabras de un Monje Cisterciense que nos escribió en estos días:

«Mi pensamiento absorto va a las hermanas Xaverianas masacradas en Burundi. Es una prolongada oración donde prevalece el agradecimiento, sin conceptos ni palabras… es el misterio de la vida y de la muerte de los corderos, que aflora cálido… es el Misterio dulce y profundo del Corazón de Dios… y el mundo hoy despertó más enriquecido… al punto de que se siente el impulso sosegado de amar un poquito más, inclusive a los asesinos. No; duelo y desaliento, no, cuando la flecha alcanza el blanco: no. En todo martirio de los Siervos de Dios sólo hay una luz más nítida y más fuerza. Y su Diócesis, y la Iglesia entera, se cubren de honor».

Sí, Olga, Lucía y Bernardetta han llegado a Casa. Que desde allá nos ayuden a nosotros y a toda la Iglesia a recobrar ánimo y a saber transformar el Mal en una ocasión de amor y perdón.


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