¿Matrimonio de los
Sacerdotes?
Cardenal Juan Sandoval Íñiguez
Arzobispo Emérito de Guadalajara
En días pasados causó revuelo la noticia de que unas mujeres italianas escribieron al Papa Francisco pidiéndole que les permitiera casarse con los Sacerdotes de los que estaban enamoradas y con los cuales mantenían relaciones secretas. Lo importante de la noticia no es que unas mujeres hayan escrito al Papa, sino que muchos, aun entre los católicos, hayan aprobado esta petición, por pensar, ingenuamente, que el matrimonio es la panacea para corregir todos los males morales. Se piensa que, casándose los Sacerdotes, no habría escándalos de concubinato, pedofilia, etc. ¿Es esto verdad? ¿En los casados no hay infidelidades, segundos frentes, divorcios y mucho abuso de menores?
UN CONTEXTO CLARO
Ciertamente el celibato sacerdotal no es de institución divina; no lo dispuso Cristo para sus Apóstoles, sino que es una medida disciplinar de la Iglesia, y por eso puede ser materia de discusión, como dijo el Papa Francisco, si en tal tiempo o para tales o cuales casos convenga permitir el matrimonio de los Sacerdotes, como sucede con los Ministros anglicanos, que cuando pasan a la Iglesia Católica como Sacerdotes, conservan sus esposas y siguen atendiendo espiritualmente sus comunidades. San Pedro tenía suegra; San Pablo dice que el Obispo debe ser marido de una sola mujer y que sepa gobernar bien su casa.
Siempre ha habido Sacerdotes casados y los hay hasta el presente en las Iglesias Orientales Católicas. ¡Experiencia no falta a la Iglesia de Sacerdotes casados y no casados! El celibato obligatorio para los Sacerdotes en la Iglesia Latina data del Siglo XII. La razón no es principalmente de orden práctico, como dicen algunos, para estar más libres en el ejercicio del ministerio, para poder profundizar más en las Ciencias teológicas, para atender a tiempo completo a los fieles; (cosas que son ciertas) o para conservar los bienes eclesiásticos, según dicen otros; razón ésta que ya no tendría hoy validez, pues los Estados Pontificios desaparecieron desde 1871.
SÓLIDA ARGUMENTACIÓN
La razón del celibato es de carácter teológico y espiritual. El haber profundizado en la relación de amor y donación total que pide Dios a algunos de los que creen en Él, según aquello del Primer Mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas; y lo que dijo Cristo: ‘El que ame a su padre o a su madre, a su esposa o a sus hijos o a sus campos o a sí mismo más que a Mí, no es digno de Mí’.
El celibato sacerdotal es, pues, la expresión del amor total a Dios por encima de todas las cosas, para ejemplo y edificación del pueblo cristiano, y para prefigurar los bienes futuros, cuando Dios será Todo en todos.
El celibato, para el Reino de los Cielos, es un carisma; es decir, un don del Espíritu Santo para el bien de la Iglesia; carisma que no es exclusivo del Sacerdote, ya que siempre ha existido en la Iglesia en aquéllos que no son Sacerdotes, comenzando en los primeros siglos y hasta el día de hoy con los Anacoretas del Desierto, los Monjes, los Religiosos y las Religiosas y muchos otros cristianos de Institutos Seculares, que no son Sacerdotes, y se han consagrado totalmente al amor de Dios mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia.
La experiencia de siglos y la profundización del Evangelio llevaron a la Iglesia Latina a exigir el carisma del celibato a quienes pidan libremente el sacerdocio, después de una larga preparación intelectual y espiritual, en la que se han probado a sí mismos y han experimentado que Dios les regala el carisma del celibato. Esto no significa que el Sacerdote deje de amar y seque su corazón; el Concilio Vaticano II, cuando habla de la formación de los Sacerdotes, dice que se les eduque en el Amor de Dios y en el amor al prójimo, de modo que sean, en la comunidad, padres, hermanos, amigos, y sepan amar a todos con un amor desinteresado y servicial.
Los problemas del Sacerdote no comienzan por la guarda del celibato, sino que ahí terminan. Es la falta de Fe y el resfrío del amor a Dios y a los hermanos lo que causa la deserción. Es problema de selección y de perseverancia. En Seminarios y Casas de Formación no debe admitirse al sacerdocio a aquéllos que no puedan o no quieran guardar la castidad, y que, una vez ordenados, se prevea que no van a usar los medios de perseverancia, que son la oración y la dedicación a tiempo completo al ministerio.
Puede uno preguntarse: ¿A aquéllos que Cristo ama con especial predilección y en cuyas manos pone los inmensos tesoros de los Sacramentos, sobre todo de la Eucaristía y del Perdón, no podrá pedirles, en cambio, un amor total y exclusivo?…
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