jueves, 12 de junio de 2014

Ordenaciones Sacerdotales

Se transformaron por el Poder del Espíritu Santo


El Arzobispo de Guadalajara pidió a los nuevos Sacerdotes dar testimonio mediante su ejemplar conducta de vida.


Sonia Gabriela Ceja Ramírez


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El domingo 8 de junio, numerosos Sacerdotes, miles de fieles, familiares y amigos se dieron cita en el Auditorio “Benito Juárez” de esta ciudad, para ser testigos de la Ordenación Sacerdotal de 39 nuevos Presbíteros para la Arquidiócesis de Guadalajara.

La cita fue a las 10 de la mañana y la Misa fue presidida por el Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo Metropolitano y Rector del Seminario, acompañado en el presbiterio por los Obispos Auxiliares José Trinidad González Rodríguez, José Leopoldo González González y Juan Humberto Gutiérrez Valencia, así como por el Padre Vicerrector del Seminario, José Guadalupe Miranda Martínez, y el Secretario Canciller del Arzobispado, el Padre Javier Magdaleno Cueva.

Luego de que los candidatos al sacerdocio fueron presentados al Arzobispo, el Vicerrector, con Oficio de Rector, pidió la Ordenación para los 39 Diáconos, y una vez aprobada la solicitud, el Pueblo de Dios agradeció con efusivo aplauso.


IMG 9462POR EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO

Durante la Homilía, el Cardenal Robles apuntó que los ordenandos se han transformado “por el Poder, la Gracia y la Fuerza de Dios Espíritu Santo que Jesucristo Nuestro Señor nos prometió, nos mereció y nos envió el Día de Pentecostés.

“Por eso, añadió, ahora que estos hermanos nuestros, de los cuales muchos de ustedes son familiares y amigos, van a ser ordenados Presbíteros, conviene considerar con atención el grado de ministerio que van a recibir.

“Aunque en verdad todo el Pueblo de Dios es Sacerdocio Real en Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo, eligió a algunos discípulos que en la Iglesia desempeñaran en nombre suyo el oficio sacerdotal para bien de todos los hombres. Él mismo, enviado por el Padre, envió a su vez a los Apóstoles por el mundo para continuar sin interrupción su obra de Maestro, Sacerdote y Pastor, y ahora, por medio de los Obispos, sus sucesores, los Presbíteros, son los nuevos llamados y enviados al servicio del Pueblo

de Dios.

“Estos hermanos, después de pensarlo seriamente, van a ser ordenados para el Sacerdocio en el Orden de los Presbíteros, a fin de hacer las veces de Cristo, por quien la Iglesia, su Cuerpo, se edifica y crece como Pueblo de Dios y Templo Santo”.


LAS LABORES DEL PRESBÍTERO

“Al configurarlos con Cristo Sumo y Eterno Sacerdote y unirlos al sacerdocio, siguió diciendo el señor Cardenal, la ordenación los convertirá en verdaderos Sacerdotes del Nuevo Testamento para anunciar el Evangelio, apacentar al Pueblo de Dios y celebrar los actos del culto divino, principalmente el Santo Sacrificio del Altar”.

Y luego, dirigiéndose particularmente a los ordenandos, les señaló: “Ustedes, queridos hijos que van a ser ordenados Presbíteros, deben realizar, en la parte que les corresponde, la función de enseñar en nombre de Cristo el Maestro”.



“Transmitan a todos la Palabra de Dios que han

recibido con alegría, y al meditar en la Ley del Señor, procuren creer lo que leen, enseñar lo que creen y practicar lo que enseñan”, recitó el Cardenal ordenante.



“Que su enseñanza sea alimento para el Pueblo de Dios, que su vida sea un estímulo para los discípulos de Cristo, a fin de que con su palabra y su ejemplo se vaya edificando la Casa Santa, que es la Iglesia de Dios.

Les corresponde también la función de santificar el nombre de Cristo. Por medio de su ministerio, alcanzará su plenitud el sacrificio espiritual de los fieles, que por sus manos, y junto con ellos, será ofrecido sobre el Altar, unido al Sacrificio de Cristo en celebración incruenta”, puntualizó el Pastor Diocesano.


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LA MISIÓN DEL SACERDOTE

Y agregó: “Dense cuenta de lo que hacen e imiten lo que conmemoran, de tal manera que, al celebrar el Misterio de la Muerte y Resurrección del Señor, se esfuercen por hacer morir en ustedes el Mal, procurando siempre caminar por la senda de una vida nueva.

“Al introducir a los hombres en el Pueblo de Dios por el Bautizo; al perdonar los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por el Sacramento de la Penitencia; al dar a los enfermos el alivio del Óleo Santo; al celebrar los ritos sagrados; al ofrecer durante el día la alabanza, la acción de gracias y la súplica, no sólo por el Pueblo de Dios, sino por el mundo entero, recuerden que han sido escogidos de entre los hombres y puestos al servicio de ellos en las cosas que son de Dios”.

Finalmente, los exhortó: “Realicen, pues, con alegría perenne, llenos de verdadera caridad, el Misterio de Cristo Sacerdote, no buscando el interés propio de cada quien, sino el de Jesucristo.

“Y, al ejercer en la parte que les corresponde la función de Cristo, Cabeza y Pastor, permaneciendo unidos a su Obispo y bajo su dirección, esfuércense por reunir a los fieles en una sola familia, de forma que en la unidad del Espíritu Santo, por Cristo, puedan conducirlos al Padre.

“Tengan siempre presente el ejemplo del Buen Pastor, que no vino a ser servido sino a servir, y a buscar y salvar lo que estaba perdido”.


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Acto seguido, los que fueron elegidos manifestaron su disposición para ser ordenados, prometiendo obediencia y respeto a su Obispo y a sus sucesores.

Luego se postraron sobre el piso mientras se entonaba la Letanía de Todos los Santos; enseguida, vino el momento central: la imposición de manos por parte del Arzobispo, los Obispos y por decenas de Sacerdotes concelebrantes, símbolo mediante el cual los ordenandos recibieron el Sacramento, una vez que se rezó la Oración Consecratoria.

Para concluir la ceremonia, el Cardenal pidió a los nuevos Sacerdotes ser, con su conducta, ejemplos de vida. Al finalizar la Santa Misa, alrededor de las 13.30, se hicieron públicos los Nombramientos para los nuevos Sacerdotes y sus primeros destinos ministeriales.


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