Marco Antonio Franco Luna
Muy queridos amigos, que semana con semana nos asegundan en la formación de nuestra Pastoral Juvenil a través de esta Página, voy a comenzar este Artículo no contando historias de lejanas tierras ni de excelentes moralejas; hoy voy a referirme a algo que es muy nuestro.
En repetidas ocasiones hemos escuchado, en círculos dentro y fuera de nuestra Iglesia, que nuestros métodos de Evangelización están muy fuera de lo que por ahora nosotros los jóvenes buscamos. Por ejemplo, hace unos días leía en un periódico de circulación nacional que un alto número de jóvenes estaba dejando la Religión porque les parecía aburrida, sin sentido; donde siempre se hacía lo mismo.
Además, a muchos jóvenes se nos ha colocado una etiqueta que muy probablemente nos limita, pues dicen que junto a nuestra inmadurez va la sobreprotección de nuestras madres; que somos vagos y pasivos; poco creativos, alérgicos al esfuerzo. Pero, si bien todos estos síntomas son propios de nuestra edad, también consideremos que estamos en proceso de descubrimiento personal y de una gradual madurez. Y, por otra parte, todo esto nos pasa debido a que muchos somos producto de una sociedad de consumo, que sólo invita a gozar sin decirnos lo que en realidad las cosas cuestan.
TAMBIÉN HAY CONCIENCIA
Por fortuna, no todos son así. Igualmente es cierto que, poco a poco, hay cada vez más muchachos que vamos ganando campo en la participación política, educativa, social y religiosa; que, sintiéndonos verdaderos discípulos y misioneros, hemos echado las barcas al agua para “remar mar adentro”, porque creemos en algo y en Alguien, porque somos conscientes de que no podemos quedarnos quietos ante el Anuncio del Evangelio, que ha reanimado nuestras vidas y nos mueve a construir el Reino.
Hoy, la Pascua ha venido a transformar nuestra existencia. Sabemos que la transmisión del Mensaje salvífico no es un trabajo reservado para el Cura de nuestra Parroquia; nosotros queremos involucrarnos, asumimos que ha llegado el tiempo de la actividad de los Laicos, queremos dejar fermento en la Iglesia. “¡Es hora de armar lío!”, como dijera el Papa Francisco, y para ello nos alienta el Espíritu Santo en este Pentecostés.
LA CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA
Sólo es Cristo, porque sabemos que es el único capaz de dar valor pleno a la vida e historia personal de cada uno. Y eso nos lo ha enseñado María, quien a través de su persona ha traído la Luz y la Alegría a este mundo con la Salvación que nos da su Hijo. Es María quien nos ha ayudado a descubrir la Verdad, luego de ir tras de tantas falsas opiniones. Los jóvenes hemos agudizado nuestro sentido del olfato para encontrar, en Jesús, vida y autenticidad. El Señor se nos ha mostrado como aquel día y nos ha dicho: “Miren mis manos y mi costado, soy Yo”, ahí mismo donde también María acompañó a los discípulos y todos se llenaron de gozo por la Resurrección, y luego, por la Venida del Espíritu Santo.
En nuestra inquietante búsqueda, nosotros, los de “pelo explotado”, los “desorientados”, podemos reconocer cuál es la oferta creíble, porque ante la propuesta del Evangelio no podemos confundirnos; Cristo nos provoca fuertemente en el interior de nuestros corazones, y ante tal provocación no nos queda más que reaccionar con alegría, interés y generosidad.
Nos sentimos amados y capaces de amar; nos sentimos salvados; nos vemos motivados a ser instrumento para la salvación del otro; ésta es nuestra misión y el sentido de nuestras vidas.
María, causa de nuestra alegría, permítenos encontrarnos con tu Hijo y salir al mundo a contagiar esa Alegría. Ayúdanos a compartir la única historia que sí concluye con un final feliz: La Resurrección de tu Hijo, Cristo Nuestro Señor.
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