jueves, 19 de junio de 2014

No más conflicto entre católicos y ortodoxos

El Papa Francisco suscribió, como su antecesor Paulo VI,
palabras de unidad entre ambas Iglesias.


Con ocasión del 50º Aniversario del Encuentro en Jerusalén entre el Papa Paulo VI y el Patriarca Atenágoras, Francisco peregrinó a Tierra Santa, del 24 al 26 de mayo, con el motivo principal de encontrarse en aquella Ciudad Santa con el Patriarca Bartolomé I, y presentar una declaración conjunta en favor de la unidad de los cristianos y del diálogo ecuménico.


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LOS PRIMEROS CIMIENTOS

Paulo VI y Atenágoras se reunieron hace medio siglo para poner fin a casi mil años de hostilidades entre la Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxas, y para levantarse las excomuniones mutuas, luego del gran Cisma de Oriente, del año 1054, cuando las Iglesias de Oriente se separaron de la Iglesia de Roma. Juntos declararon, en aquel histórico 7 de diciembre de 1965, de común acuerdo y entre otros puntos:

A) Lamentar las palabras ofensivas, los reproches infundados y los gestos condenables que de una y otra parte caracterizaron y acompañaron los tristes acontecimientos de aquella época.

B) Lamentar y borrar de la memoria y de la Iglesia las sentencias de excomunión que les siguieron, y cuyo recuerdo actúa hasta nuestros días como un obstáculo al acercamiento en la caridad, relegándolas al olvido.

C) Deplorar los lamentables precedentes y los acontecimientos ulteriores que, bajo la incomprensión y la desconfianza mutua, llevaron a la ruptura efectiva de la comunión eclesiástica.

Somos conscientes de que este gesto de justicia y perdón recíproco no puede bastar para poner fin a las diferencias que subsisten entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla, y que, por la acción del Espíritu Santo, serán superadas, gracias a la purificación de los corazones, al hecho de deplorar los errores históricos y una voluntad eficaz de llegar a una inteligencia y una expresión común de la Fe Apostólica”.


OTRO CIMIENTO MÁS

Por su parte, Francisco y Bartolomé I presentaron, en un -también histórico- día 25 de mayo de 2014, una Declaración conjunta en la que establecen, entre otros aspectos:


“1) Nuestra reunión -un nuevo encuentro de los Obispos de las Iglesias de Roma y de Constantinopla, fundadas, a su vez, por dos hermanos, los Apóstoles Pedro y Andrés- es fuente de profunda alegría espiritual para nosotros. Representa una ocasión providencial para reflexionar sobre la profundidad y la autenticidad de nuestros vínculos, fruto de un camino lleno de Gracia por el que el Señor nos ha llevado desde aquel día bendito de hace cincuenta años.

2) Plenamente conscientes de no haber alcanzado la meta de la plena comunión, confirmamos hoy nuestro compromiso de avanzar juntos hacia aquella unidad por la que Cristo Nuestro Señor oró al Padre para que ‘todos sean uno’.

3) Con el convencimiento de que dicha unidad se pone de manifiesto en el Amor de Dios y en el amor al prójimo, esperamos con impaciencia que llegue el día en el que finalmente participemos juntos en el Banquete Eucarístico.

4) Afirmamos que el diálogo teológico no pretende un mínimo común denominador para alcanzar un acuerdo, sino más bien profundizar en la visión que cada uno tiene de la Verdad completa que Cristo ha dado a su Iglesia, una Verdad que se comprende cada vez más cuando seguimos las inspiraciones del Espíritu Santo.

5) Reconocemos que el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la injusta distribución de los recursos son un desafío constante. Es nuestro deber intentar construir juntos una Sociedad justa y humana, en la que nadie se sienta excluido o marginado.

6) Nos comprometemos a crear una mayor conciencia del cuidado de la Creación; hacemos un llamamiento a todos los hombres de buena voluntad a buscar formas de vida con menos derroche y más austeras.

7) Invitamos a todos los cristianos a promover un auténtico diálogo con el Judaísmo, el Islam y otras tradiciones religiosas. La indiferencia y el desconocimiento mutuo conducen únicamente a la desconfianza.

8) Expresamos nuestra común preocupación profunda por la situación de los cristianos en Medio Oriente y por su derecho a seguir siendo ciudadanos de pleno derecho en sus Patrias. Dirigimos nuestra oración a Dios Omnipotente y Misericordioso por la paz en Tierra Santa y en todo Medio Oriente.

9) Pedimos que todos los cristianos, junto con los creyentes de cualquier tradición religiosa y todos los hombres de buena voluntad, reconozcan la urgencia del momento, que nos obliga a buscar la reconciliación y la unidad de la familia humana, respetando absolutamente las legítimas diferencias.

10) Encomendamos humildemente a la intercesión de la Santísima siempre Virgen María los pasos sucesivos en el camino hacia la plena unidad”.


Lo pendiente, por ahora, es vencer fundamentalismos y extremismos entre algunos miembros de ambas Iglesias para regresar a la plena comunión.


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