Iglesia madura, gracias al esfuerzo de valientes Arzobispos
Durante el segundo día de Conferencias en torno al Cuarto Congreso Eucarístico Diocesano, se abordó para los Sacerdotes el aspecto histórico de la Iglesia Diocesana, y cómo sus Arzobispos, en los últimos 150 años, han contribuido en su cimentación.
Mónica Livier Alcalá Gómez
Como cada día, éste se inició con la Lectura y Meditación de la Palabra de Dios, en esta ocasión guiada por el Vicario General de la Arquidiócesis, señor Cura Jesús García Zamora, quien expuso para sus hermanos Presbíteros el Tema del Cuerpo y Sangre del Señor, desde los textos evangélicos.
Posteriormente, se dio paso a la Conferencia Magistral del Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara, titulada “El renacimiento de la Iglesia en México, luego de la Guerra de los Tres Años”.
De entrada, manifestó que ningún monumento eclesiástico es el más apropiado para esta actividad, que el Templo Expiatorio, sede del Congreso Eucarístico, ya que, aunque la Catedral Metropolitana es símbolo de la Ciudad y de la Iglesia, el Expiatorio contiene la simbología escultórica y eucarística apropiada, además de la carga histórica que también lleva consigo.
El Prelado propuso ver el tiempo histórico en que Guadalajara recibió a su primer Arzobispo y su caminar a partir de ese momento, y dividió en tres partes su alocución:
Ver con ojos del Padre: de 1864 a 1914
“La Arquidiócesis de Guadalajara nació en el peor o en el mejor momento posible, según el punto de vista desde el cual se mire su Erección Canónica… después de un trienio en que no hubo Obispos en todo el país, del desaliento que vivía la Vida Consagrada, de la falta de concordia entre los mexicanos, del materialismo, de la Evangelización y Catequesis abandonadas, de un Clero escaso, etc., con una forma de hacer Patria esencialmente injusta, y obligada además a ofrendar sus recursos para la Nación; dentro de este contexto adverso fue como nació Guadalajara como Provincia Eclesiástica”.
El Cardenal Francisco Robles resaltó, asimismo, que este tiempo ayudó, al igual que la época de la Reforma juarista, a establecer una gradual y sana autonomía de estas dos esferas, el Estado y la Iglesia, que quizás no se hubiera dado de otra manera.
Por fin, en 1864, año en que nació la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, el primer Arzobispo, Pedro Espinosa y Dávalos, al tomar posesión de su Sede, pudo derivar acciones pastorales más articuladas; fue un auge, de hecho, en todo el país, pues se dotó de Obispos a las Sedes vacantes y se crearon nuevas Diócesis sufragáneas.
“Fue el segundo Arzobispo, Pedro Loza y Pardavé, quien dispuso la construcción de este Templo. Con mano suave pero firme, restauró el Seminario, tuvieron auge las Asociaciones piadosas, se construyeron más de 100 Parroquias, comedores públicos, orfanatos…la Arquidiócesis comenzaba a florecer”.
Nuestro Pastor Diocesano habló también de la personalidad valiente y decidida de Monseñor Francisco Orozco y Jiménez, y lo que vivió este heroico Pastor durante los tiempos cruentos de la Persecución Religiosa, cinco veces desterrado.
Juzgar con EL criterio deL hijo: de 1914 a 1964
Dos Persecuciones Religiosas soportó la Iglesia de Guadalajara en la primera mitad del siglo pasado. Éstas se iniciaron en 1914, año en que entraron triunfantes a la Ciudad los carrancistas y confiscaron los bienes de esta Iglesia particular: el Seminario, Asilos, Casas Religiosas, etc. Y posteriormente, el Gobernador y General Manuel Macario Diéguez nunca ocultó de hecho su desprecio por la Iglesia, por lo que no vaciló en mantener una postura violenta: “En este contexto entregó su vida el Padre San David Galván Bermúdez, y poco después Anacleto González Flores y algunos de sus compañeros”.
Por ese tiempo, afirmó el Arzobispo Metropolitano, el catolicismo tapatío se convirtió en resistencia pasiva, activa solamente a partir de 1926, y finalmente clandestina y de catacumbas: “La nueva Constitución de 1917 agudizó el conflicto de la Iglesia y el Estado, con las prohibiciones que ya conocemos… el bolcheviquismo parecía imparable, aderezado con las ideas del caudillo en turno”.
Fue el Arzobispo José Garibi Rivera quien, con su tacto y paciencia, pudo recuperar todos los templos, construyó muchos más, dio nuevas Casas al Seminario, realizó el Primer Congreso Eucarístico Diocesano y sostuvo un encuentro con actores sociales y políticos: “Por su esfuerzo y tenacidad, fue el primer Cardenal mexicano y Padre Conciliar, quien, además, se empeñó en la conclusión de este Templo Expiatorio”.
Una razón para dar gracias: de 1964 a la fecha
“Hemos repasado el ayer con la serenidad del presente, pero debemos notar que esto conllevó grandes luchas y esfuerzos. La Arquidiócesis de Guadalajara se impregnó del espíritu del Concilio Vaticano II con el Cardenal José Salazar López, quien además promovió las Diócesis de San Juan de los Lagos y de Ciudad Guzmán; impulsó la Pastoral y recibió en nuestra Ciudad al Papa Juan Pablo II.
“También es de recordar la obra del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, quien convocó al II Sínodo Diocesano. Su muerte alevosa sigue constituyendo un tema de justicia no resuelta”.
Finalmente el Cardenal Robles, décimo en la cronología de nuestros Arzobispos, afirmó que no alcanzaría el tiempo para hablar de la labor de su predecesor inmediato, el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, cuyas obras se pueden palpar todavía: “Nos toca retomar toda la riqueza y el mandato del Señor, de ir por todo el mundo, renovando el hoy de nuestra Arquidiócesis con el pujante Clero y Parroquias, la Vida Consagrada comprometida y el Laicado fiel”.
Panel de Expertos
Después de un breve momento de Adoración Eucarística y de un receso, se prosiguió con un Panel en el que tres expertos en el área bíblica, histórica y teológica, expusieron la vivencia de la Eucaristía desde sus puntos de vista, al tiempo que ofrecieron interesantes aportaciones prácticas en la vida pastoral.
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