jueves, 5 de junio de 2014

Cultivo de la interioridad en la Era Digital

Llamadas, mensajes, tweets, alertas… teléfonos y computadoras han cambiado nuestro acceso a la realidad. ¿Cómo lograr que sean una ayuda para nuestra vida ordinaria al servicio de Dios y de los demás? J.C. Vásconez y R. Valdés proponen algunos caminos en su reflexión del 13 de mayo, en la Página española del Opus Dei.


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NECESIDAD DE REFLEXIONAR

Las nuevas tecnologías han aumentado el volumen de información que recibimos en cada instante, y quizás ya no nos sorprenda que nos lleguen en tiempo real las noticias de sitios lejanos. ¿Cómo gestionar los recursos informáticos?

El aumento de la información disponible impone a cada uno la necesidad de cultivar una actitud reflexiva. Es decir, la capacidad de discernir los datos que son valiosos de los que no lo son. A veces es complicado, pues «la velocidad con la que se suceden las informaciones supera nuestra capacidad de reflexión y de juicio, y no permite una expresión mesurada y correcta de uno mismo» (Papa Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24-I-2014).

Si a lo anterior se suma que las Tecnologías de la Comunicación nos ofrecen una gran cantidad de estímulos que reclaman nuestra atención (mensajes de texto, imágenes, música), es evidente el riesgo de acostumbrarse a responder a estos inmediatamente, sin tener en cuenta la actividad que estábamos realizando en ese momento.


Necesidad de silencio

El silencio forma parte del proceso comunicativo, al abrir momentos de reflexión que permitirán asimilar lo que se percibe y dar una respuesta adecuada al interlocutor: «Escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento; comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos» (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24-I-2012).

Respecto a la vida cristiana, el silencio juega un papel importantísimo, pues es condición para cultivar una interioridad que permite oír la voz del Espíritu Santo y secundar sus mociones. ¿Cómo conseguir esta interioridad en un ambiente marcado por las nuevas Tecnologías?


La virtud de la templanza, una aliada

Para alcanzar un recogimiento que lleve a meter las potencias en la tarea que realizamos, y así poder santificarla, es preciso ejercitarse en la guarda de los sentidos. Y esto se aplica de modo especial al uso de los recursos informáticos que, como todos los bienes materiales, deben emplearse con moderación.

La virtud de la templanza es una aliada para conservar la libertad interior al moverse por los ambientes digitales. Templanza es señorío (San José María Escrivá, Cfr. Surco, Números 300 y 530) porque ordena nuestras inclinaciones hacia el Bien en el uso de los instrumentos con los que contamos. Lleva a obrar de manera que se empleen rectamente las cosas, porque se les da su justo valor, de acuerdo con la dignidad de hijos de Dios.

Si queremos acertar en la elección de aparatos electrónicos, la contratación de servicios, o incluso al usar un recurso informático gratuito, resulta lógico que consideremos su atractivo o utilidad, pero también si aquello corresponde a un estilo templado de vivir: ¿Esto me llevará a aprovechar más el tiempo o me procurará distracciones inoportunas? Como dijo San Pablo: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no me dejaré dominar por nada” (1 Cor 6, 12). Saber poner límites evitará toda ansiedad o dependencia.


Medidas concretas…
1 Evitar mensajes, tan numerosos, que interrumpan el trabajo o el estudio; el autodominio nos ayudará a vencer la impaciencia y a dejar la respuesta para más tarde.

2 Conectar el acceso a las Redes a partir de una hora determinada; fijar un número de veces al día para mirar la Cuenta de una Red Social o para comprobar el Correo Electrónico.

3 Desconectar los dispositivos por la noche; evitar su uso durante las comidas y en los momentos de mayor recogimiento, como son los días dedicados a la Santa Misa.

4 Usar Internet en momentos y lugares apropiados, siempre con un objetivo concreto, no por curiosidad ni para trivialidades.

El convencimiento de que nuestras aspiraciones más altas están más allá de las satisfacciones rápidas que podría brindarnos un click, da sentido al esfuerzo por vivir la templanza (CONTINUARÁ).


COMENTARIOS: vivirenlapantalla@gmail.com PARA SABER MÁS: https://http://www.opusdei.es/


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