Una Congregación Religiosa que siente con la Iglesia
Conmemoran el Centenario de su Fundadora y celebran su amor a Dios, a la Virgen María, al Sacerdocio Bautismal, a la Iglesia y a todos los hermanos.
Sonia Gabriela Ceja Ramírez
Las Hermanas de la Vera Cruz Hijas de la Iglesia es una Congregación que está presente en la Arquidiócesis de Guadalajara desde 1986; es decir, hace casi 30 años. “Al principio estuvimos con un Colegio, el Juana de Ibarbourou, durante varios años, y ahora hemos estado trabajando en una zona marginada en la Colonia La Providencia, cerca del Camino a Tesistán”, refirió la Madre Superiora, María del Carmen Betanzos Yáñez.
“En esta zona trabajamos la Catequesis y apoyamos a la Parroquia, que es la de La Paz. Además, colaboramos en la animación vocacional de la Arquidiócesis”.
ASÍ NACIÓ
“Nuestra Congregación surgió en Orizaba, Veracruz, y nuestra Madre Fundadora se llamó Martha Chris-tlieb Ibarrola, quien junto con el Padre Edmundo Iturbide, Misionero del Espíritu Santo, inició esta Comunidad.
“La Madre Martha pertenecía a otro Instituto Religioso, el de las Misioneras de Jesús Sacerdote, y del cual, junto con 21 Hermanas, se desprendió para dar origen a esta nueva fundación de Hermanas de la Vera Cruz Hijas de la Iglesia, en 1952.
“Las primeras Comunidades se establecieron en Macuspana, Tabasco, y en Orizaba y Córdova, Veracruz; después aparecieron en Alvarado, en el Distrito Federal y en Tamasopo, SLP, entre otras; luego vinimos aquí a Guadalajara. No somos muchas, no llegamos a cien, pero tratamos de vivir una dimensión de espíritu de familia.
“Nuestro lema es: ‘Sentir con la Iglesia’, y es una presencia eclesial, un misterio de comunión. Nuestra labor esencial es acompañar al hermano, y que el hermano se sienta perteneciente a la Iglesia. Deseamos movernos en esta dimensión de comunión, de acogida al otro. De manera especial queremos lograrlo a través de la Educación cristiana mediante nuestro trabajo en Parroquias y en la animación vocacional, así como en la ayuda a los Seminarios”.
CIEN AÑOS DE DAR GLORIA A DIOS
Martha Christlieb Ibarrola nació el 23 de junio de 1914 en México, D.F.
El Padre Félix de Jesús Rougier, Fundador de los Misioneros del Espíritu Santo, le dijo en una ocasión: “Martha, hágase santa, pero sin que usted lo sepa”. Así, la Madre lo tomó como un objetivo de vida y vivió haciendo las cosas con un amor callado.
Obtuvo de la UNAM el Título de Química Farmacéutica en 1938. El 31 de mayo de 1942 ingresó a la Congregación de Misioneras de Jesús Sacerdote, hasta que en 1952 la Congregación se dividió, surgiendo así las Hermanas de la Vera Cruz Hijas de la Iglesia.
Dirigió a la Congregación hasta 1974, cuando fue derrotada por un cáncer de colon que le privó de la vida el 9 de mayo de 1975.
Su Causa de Canonización se inició el 9 de enero de 2003.
SUS HIJAS RECUERDAN A LA FUNDADORA
“Yo conocí a la Madre Martha desde que estuve en el Noviciado. Era exigente, pero muy caritativa y cariñosa. Nos enseñaba desde cómo teníamos que hacer la oración, que era lo principal, y a hacer todo por amor”, relató la Hermana Concepción García Vázquez.
“Le gustaba mucho jugar voleibol y lo hacía con grande entusiasmo. Nos ponía a realizar las labores de la casa, pero era ella la primera que se ponía a lavar el patio a rodilla, a manera de ejemplo. Era virtuosa, caritativa y muy ordenada en todo. Siempre andaba con su rosario en la mano y nos enseñaba a amar a la Santísima Virgen. Era prudente y austera”, subrayó.
Por su parte, la Hermana Guiomar Uribe Rodríguez recordó: “Cuando yo era adolescente, llegaron las Hermanas a Orizaba, donde yo vivía. Yo era una chica rebelde, pero me tocó la Gracia de que, estando en la Secundaria, el Sacerdote de la escuela nos invitó al Grupo de Formación Religiosa que impartía la Madre Martha; así la conocí.
“Me impresionó su sencillez y sus conocimientos sobre la vida espiritual, pues nos hablaba de la Gracia, de la vida de Dios en nosotros, cosa que me cambió por completo y empecé a participar en sus Apostolados de la Pastoral Parroquial y de Asistencia. Íbamos al hospital, a la cárcel, a los grupos de Catecismo, a las vecindades.
“La Madre Martha sabía de su sacerdocio bautismal y le tenía grande amor; nos hacía valorarlo y saber la responsabilidad de dar a conocer a Cristo. Nos hacía orar mucho por los Sacerdotes.
“Era muy trabajadora; pero, aun cansada, nunca nos dejaba sin nuestras pláticas de formación. Para mí fue un verdadero ejemplo de virtudes y de vida cristiana. Además, era muy alegre y simpática”, concluyó la Hermana Guiomar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario