Una reflexión desde la Fe
El padre, esencial para la relación con el Creador
Con la intervención del padre en la familia se realiza la situación de la que habla el Antropólogo y Filósofo francés, Paul Ricoeur: “Se vuelve la mirada hacia el porvenir, con la idea de perseguir un fin”.
Mónica Livier Alcalá Gómez
Hay reflexión vasta y completa que, desde una Página Web, “Amigos, es decir Testigos”, se hace sobre la figura paterna y su relación con la Palabra de Dios; en ella se afirma que “la esencia y la acción de Dios es la paternidad”.
Según el autor de este Artículo, Claudio Risé, la relación entre paternidad y experiencia religiosa es muy fuerte, de tal forma que si la relación con Dios es débil, igualmente será la percepción del propio hombre. Según datos del Censo del Gobierno de Suiza sobre la población de esa Confederación, el factor decisivo que determina la transmisión de la Religión a la generación siguiente es la práctica religiosa del padre de familia. De él depende, de forma casi total, el que sus hijos frecuenten o no la iglesia. Si el padre no va a la iglesia, sólo un chico de cada cincuenta la frecuentará de mayor, independientemente de cuánto vaya la madre”.
Con el debilitamiento de la religiosidad que corresponde al padre, también devienen otros factores, como el sentimiento de pérdida del sentido de la vida, la soledad, la sensación de abandono, el temor a “no poder con el peso” de la existencia, etc.
LA RELACIÓN CON EL PADRE ES TRÁMITE IMPRESCINDIBLE PARA LA QUE SE TIENE CON DIOS
Según el Escritor, la primera cualidad de un padre, que todos pueden descubrir, es como generador de vida. Esta misma cualidad se percibe como propia de Dios: “Esta cualidad del padre, de creador original, genera un sentimiento de compañía, de vecindad. El hombre no está solo, irreconocible hasta para sí mismo, porque hay un padre que le ha concebido. El padre “creador” le conoce hasta en lo más hondo, le sigue en su jornada, le acompaña en su destino”.
La presencia tranquilizadora del padre (aunque sea exigente), que le ha dado la vida, cierra el paso a la angustia. Por ello, el hombre sabe también en qué dirección va, su sentido. Sin una experiencia sólida del padre, no sería posible experimentar aquel sentimiento de confiarse con tranquilidad a la vida, como manifestación de Dios, que está presente.
“La relación con el padre hace de cualquier hombre un hombre libre -como “consagrado”-, una persona que participa de la experiencia de lo sagrado y del proyecto de libertad que Dios tiene para él… De este modo, será menos intensa la angustia derivada de la separación de la madre, clásicamente considerada por el Psicoanálisis como un luto incurable que movió al hombre a fundar la Sociedad para, precisamente, consolarse de ella”.
Así pues, la ausencia del padre transforma al hombre: de ser partícipe de un mundo vivo, creado por el Padre, le convierte en un individuo solitario, y dada la imposibilidad de continuar una relación tan unida con la madre, perdido, sin tener siquiera una relación verdadera, de hermandad, con el mundo de las demás criaturas, al estar privado de la relación con el Padre Eterno.
EL CUSTODIO
“El padre es también el custodio del hijo. Es su función en la realidad cotidiana, y la mente lo percibe así, sin preocuparse de las modificaciones superficiales de la superestructura socioeconómica o legislativa. También aquí, nada ilustra mejor esta condición psicológica que la experiencia cristiana, en la que la relación Padre-Hijo es el origen y el instrumento de la Salvación del mundo”.
Como dice San Juan Pablo II en la Redemptoris Custos, Exhortación Apostólica sobre la figura y la misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia: “Dios eligió a José como esposo de María para garantizar protección paterna a Jesús… José es el que Dios ha escogido para ser ‘el ordenador del Nacimiento del Señor’, quien tiene el encargo de proveer a la inserción ‘ordenada’ del Hijo de Dios en el mundo, en el respeto del mandato divino de las leyes humanas. Toda la vida llamada ‘privada’ u ‘oculta’ de Jesús está confiada a su custodia”.
Adiestrarle para un oficio, para el trabajo, fue una parte esencial en la misión de “educar a Jesús”. Y éste sigue siendo uno de los aspectos más importantes de la función paterna. El trabajo con el que José trataba de mantener a la familia era el de carpintero. El Evangelista refiere que, tras el episodio del Templo, Jesús “bajó con ellos y vino a Nazareth, y les estaba sujeto” (Lucas, 2, 51). Y San Juan Pablo II explica: “Esta sumisión, es decir, la obediencia de Jesús en su casa de Nazareth, se entiende también como participación en el trabajo de José. El llamado ‘hijo del carpintero’ había aprendido el oficio de su padre putativo”.
Finalmente, el autor concluye que, dada la experiencia de La Sagrada Familia, uno de los elementos principales con los que el padre custodia y educa y hace aumentar esta capacidad del hijo es, precisamente, la educación para el trabajo: “La comunión de vida y trabajo entre José y Jesús es la representación profunda de un aspecto esencial que hoy se ha perdido mucho, de la relación entre padre e hijo”.
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Pueden encontrar la reflexión completa en:
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