¿Qué dice la Biblia acerca de los Sacerdotes?
Diácono David Gutiérrez Murillo,
4° de Teología
Una de las características esenciales de la actividad de Jesús era la potestad divina con que actuaba.
Jesucristo ejerció su misión salvífica y su poder también a través de hombres que llamó para que le representaran y le actualizaran allí donde Él no quiso o no pudo llegar. Por eso, y en virtud de su potestad divina, eligió a los Doce, que fueron sus signos y representantes.
Los instituyó en comunión con Él y los envió como sus Apóstoles-Mensajeros a predicar y a expulsar demonios; es decir, a poner en práctica la Salvación. Para ello, les otorgó el poder de actuar en su Nombre (Cf. Mc 3, 13 y siguientes).
Ahora que ha habido Ordenaciones Sacerdotales, conviene reflexionar sobre qué dicen las Sagradas Escrituras al respecto, y por ello les invito, amables lectores, a acompañar este Artículo con la lectura de la Biblia, de acuerdo a las citas señaladas.
Raíz de la Misión
El cimiento de la misión salvífica de la Iglesia se halla en el poder que Jesús ha conferido a los que Él mismo ha elegido, llamado y enviado (Cf. Mc 6, 7).
Dentro del círculo del primitivo apostolado surgieron los servicios y los ministerios de los que presiden (Cf. 1Ts 5, 12; Rm 12, 8; 1Co 12, 28); de los «Obispos y los Diáconos» (Flp 1, 1; 1Tm 3, 2; Tt 1, 7); de los dirigentes (Cf. Hb 13, 7.17.24) o de los «Presbíteros que ejercen bien su cargo… y se afanan en la predicación y la enseñanza» (1Tm 5, 17).
Elemento determinante
Lo que determina la esencia y la base del ministerio de los Presbíteros o de los Obispos es su actividad por el poder del Espíritu Santo, en Nombre de Cristo, Pastor de la Iglesia (Cf. Hch 20, 28; 1Pe 5, 4), de pastorear por medio del Evangelio (Cf. Hch 11, 30; 15, 2; 16, 4; 20, 17; 21, 8; St 5, 14; 1Tm 5, 17.19; Tt 1, 5; 1Pe 5, 1-4) y de incitar a «volverse al Pastor y Obispo de nuestras almas» (1Pe 2, 25).
El servicio de reconciliación y de predicación de los Apóstoles se hace «en lugar de Cristo» (2Co 5, 20). Los Sacerdotes son los «colaboradores de Dios en el edificio de Dios, que es la Iglesia» (1Co 3, 9). Como servidores de Cristo Jesús, son «Administradores de los Misterios de Dios» (1Co 4, 1).
Imposición de manos y oración
Según el testimonio bíblico, fueron los propios Apóstoles quienes organizaron la transición de la comunidad primitiva a la comunidad post-apostólica (Cf. Tt 1, 5).
La transición se produjo mediante el acto específico de la imposición de las manos y la oración de súplica por la venida del Espíritu Santo, que describe con mayor detalle el ministerio desde el poder de este Espíritu.
El rito de la imposición de las manos está enraizado en toda la tradición bíblica y señala la transmisión del Espíritu y del Poder de Dios a los dirigentes y a los ancianos -Presbíteros- del Pueblo de Dios (Cf. Nm 8, 10; 11, 16-17.24-25; 27, 18.23; Dt 34, 9).
Al rito de la instalación en el cargo mediante la imposición de las manos y la oración (Cf. Hch 6, 6; 14, 23; 15, 4; 1Tm 4, 14; 2Tm 1, 6), heredado de los Apóstoles y los Presbíteros, le aplicó Tertuliano la denominación técnica de «Ordinatio» -Ordenación- (Cf. De praescriptione heraeticorum 41, 6; De monogamia 12, 2). También San Cipriano llamó Ordenación a la investidura sacramental en el cargo (Cf. Epistulae 1, 1; 38, 1s.; 55, 8; 66, 1; 67, 4ss.).
Efecto y eficacia
Su efecto es un don (carisma) del Espíritu Santo que confiere la potestad espiritual de ejercer el ministerio (Cf. 1Tm 4, 14): «No dejes de cuidar el don que hay en ti y que mediante intervención profética se te confirió por la imposición de las manos» (2 Tm, 1,6): «… Te insisto en que reavives ese don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos…»).
Este carisma no confiere, en sentido profano, el poder que ejerce un superior sobre sus súbditos. No se está hablando aquí del poder que detentan los señores del mundo, sino de un servicio que debe prestarse en Nombre de Cristo (Cf. Mt 23, 9-11).
La potestad conferida en la Ordenación presta, a las acciones simbólicas realizadas en Nombre de Cristo, una eficacia que procede de Dios y tiene consistencia ante Él.
Tareas sacerdotales
A los titulares de ministerios se les transfiere en especial el poder de «atar y desatar» (Mt 16, 19; 18, 18); es decir, de perdonar los pecados por el poder recibido del Espíritu Santo (Cf. Jn 20, 22-23); de predicar en todos los rincones de la Tierra el Evangelio, y de llamar a los hombres a convertirse, mediante el Bautismo, en discípulos de Jesús (Cf. Mt 28, 19); de celebrar la Eucaristía (Cf. 1Co 11, 26; Hch 20, 11), por la que se edifica la Iglesia como comunión, y de desempeñar el ministerio de dirección, en el que se manifiesta el cuidado pastoral de Cristo por su Iglesia (Cf. Hech 20, 28; 1Pe 5, 1-4).
Ésta es la Misión, lo determinante, el efecto y la Gracia que tienen los nuevos Sacerdotes por la Oración de Consagración y la imposición de manos. Pidamos al Señor que se lleve a buen término lo que Él mismo ha comenzado, y acojamos con veneración y entusiasmo el don del Orden Sacerdotal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario