Un binomio de muerte
Cardenal Juan Sandoval Íñiguez
Arzobispo Emérito de Guadalajara
En la Reunión de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, sobre Población y Desarrollo, celebrada en Nueva York el 10 de abril de 2014, Monseñor Janusz Urbancik, quien encabezaba la Delegación de la Santa Sede, en su breve intervención comenzó haciendo referencia a un dato muy preocupante, de los que la misma ONU maneja; aquél que se refiere a que 80 países registran en la actualidad índices de fertilidad por debajo del nivel de reemplazamiento poblacional.
Tal dato significa que la población en muchos países va envejeciendo, de tal manera que van siendo más los pensionados que los que están en edad de trabajar para mantenerlos. ¿Qué va a suceder? El Papa San Juan Pablo II dijo proféticamente que, si había aborto, habría eutanasia, y seguramente los que promueven la anticoncepción ya estarán pensando en las leyes y en los métodos para eliminar a los viejos, cuando ya no haya con qué mantenerlos. ¿Cómo será la eutanasia? En los países ricos, en la cama de un hospital muy limpia, con una inyección letal; pero en los países pobres, la mayoría de los ancianos morirá en las calles o en un rincón de su casa, de hambre y enfermedades.
Camisa de fuerza
No obstante esto, la política poblacional de los organismos internacionales sigue empeñada en la contracepción, a la que destina enormes recursos, usando a la vez un lenguaje equívoco: a sus Programas les llaman “de salud reproductiva”, como si la fertilidad y el embarazo fueran una enfermedad que hay que evitar. Y en cuanto a lo de “reproductiva”, ni qué decir, pues es todo lo contrario, “anti reproductiva”.
Es cosa sabida que estos Programas se imponen al Tercer Mundo de forma más o menos disimulada, sobre todo mediante presiones económicas de variada índole, que explican lo que está pasando aquí y en otros países. Por ejemplo, manipulando el vocabulario. Y tenemos, a este propósito, un caso reciente: en días pasados, la Suprema Corte de Justicia de la Nación aprobó la nueva definición de Matrimonio como “la unión de dos personas”, y ha girado instrucción a las Legislaturas estatales para que ajusten sus Leyes a esta definición, en la cual caben los “matrimonios” entre personas del mismo sexo.
Pero por otra parte son abundantes las medidas antinatalistas: vivienda popular tan pequeña, que obliga a no tener hijos; medios anticonceptivos gratis y a la mano, incluidas las ligaciones y vasectomías; permanente falta de medicinas en el Seguro Social, con el típico “venga dentro de tres meses” para programarlo; incalificables atropellos contra la dignidad humana cuando a las mujeres que dan a luz se les liga sin su consentimiento, etc., etc. Las consecuencias pueden ser funestas, porque a la Naturaleza no se la puede violentar impunemente.
Una salida natural y airosa
¿Y cuál es la sugerencia?: No centrar el interés y los recursos en reducir la natalidad, sino “en el desarrollo humano integral”, impulsando el desarrollo personal, social y espiritual; facilitando el acceso a la Educación para todos; ofreciendo, a todos, oportunidades laborales y económicas; logrando estabilidad política, acceso a la salud básica, y no olvidando el primordial cuidado y la compasión por los pobres. Éste sería el modelo de un desarrollo verdaderamente humano.
Lo dicho por Monseñor Janusz Urbancik es la Doctrina de la Iglesia. El Papa Francisco escribe: “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana…quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo…No debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión” (El Gozo del Evangelio, 213 y 214)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario