Influye la soberbia de algunos comunicadores
Lic. Francisco Javier Cruz Luna
Uno de los siete pecados capitales es la soberbia, que consiste en concederse más méritos de los que uno tiene. Es la trampa del amor propio: estimarse muy por encima de lo que uno vale. Es falta de humildad y, por tanto, de lucidez. La soberbia es la pasión desenfrenada sobre sí mismo. Es fuente y origen de muchos males de la conducta, e incurre, ante todo, en una actitud que consiste en adorarse a sí mismo. Sus notas más características son la prepotencia, presunción, jactancia, vanagloria, el situarse por encima de todos lo que le rodean. Al soberbio, la inteligencia le hace un juicio deformado de sí en positivo, que lo arrastra a sentirse el centro de todo, y le alienta un entusiasmo rayano en idolatría personal.
La soberbia, obviamente, se instala en un plano más intelectual, y emerge en alguien que realmente tiene una cierta superioridad en algún aspecto destacado de la vida. Se trata de un ser humano que ha descollado en alguna faceta y sobre una cierta base; pero el balance propio le aconseja sacar las cosas de quicio y le pide y hasta exige que se haga un reconocimiento público de sus logros.
RIESGOS EN QUIENES FORMAN OPINIÓN PÚBLICA
A la luz de estos conceptos acerca de tan nocivo pecado capital, podemos concluir que, si no son intereses creados los que mueven a ciertos Periodistas -algunos muy conocidos e incluso reconocidos-, sí es la soberbia la que, al menos, impulsa o anima a determinados Comunicadores de nuestro medio a expresar argumentos, ya sea surgidos de sus propios razonamientos o de la forma de pensar de otros, convirtiéndose en “corre-ve-y-dile” de corrientes ideológicas o de simples detractores de todo lo que es bueno, y lo que es peor, actuando como verdaderos mercenarios de la mentira, la calumnia o la difamación, ya que reciben emolumentos por hacerlo.
Por ejemplo, no pocas fueron las voces que se alzaron desde plataformas de Medios de Comunicación que, con la bandera de la ‘Libertad de expresión’, denostaron la imagen de San Juan Pablo II, utilizando mentiras, medias verdades y falacias, a propósito de la Canonización de este gran hombre y gran Pontífice, aduciendo una serie de argumentos que ya, de muchas maneras, se habían rebatido con las pruebas en la mano y demostrado su falsedad.
La atribuida permisividad, a él achacada ante el fenómeno de la pederastia, fue el principal argumento, aunque surgieron también por ahí otras argucias cargadas de estupidez, porque evidenciaron su total desconocimiento en materia eclesial y eclesiástica.
Nada puede ya hacerse ante ello; sólo prepararnos y formarnos más para cultivar el don del discernimiento y no ser presa fácil de estos engaños. Y también, ¿por qué no?, orar por quienes suelen incidir en el pensamiento y la Fe del pueblo sencillo, a base de mentiras.
Yo, así lo veo… Tú, ¿cómo lo ves?
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