jueves, 19 de junio de 2014

EDITORIAL

La cultura del descarte


La así llamada recientemente por el Papa Francisco, que no es otra cosa que la cultura del desecho, no es nueva. La Biblia da cuenta del rencor en una familia que hizo que un hermano eliminara a otro… Desde entonces, la gente ha seguido desconsiderando a los demás por diferencias irreconciliables; nos olvidamos que somos “los demás de los demás”. Cosechas, tierras, herencias, posiciones, grado de estudios, cualquier diferencia es razón para el descarte. El color de la piel, el dinero, la cultura, y hasta las cuestiones religiosas.

Las convicciones espirituales y humanitarias nos hacen volver a la cordura, reubicar nuestros patrones de tolerancia y respeto para poder vivir juntos y entendiéndonos. Así han ayudado los grandes certámenes deportivos, encuentros culturales y de toda especie. Sin embargo, nunca dejan de filtrarse ambiciones, prepotencias e intereses subterráneos más allá del discurso y las posturas fijadas en los propios Estatutos.

Hoy, estos temas discriminatorios vienen originados por las economías y la creencia de derecho y potencia superiores que algunos usurpan a otros por el afán de dominio. Cada vez son más los hombres y mujeres que, en el remolino de las macro economías, son orillados al desempleo, son juzgados, desde temprana edad, inútiles. El centro del mundo ya no está en la Humanidad, sino en las cifras que produce. Es más, los mismos productos rivalizan entre sí para engrandecer los números de la prosperidad, en el toma y daca de la globalización.

En un análisis serio de nuestro entorno, más allá de la magia del color y belleza del futbol que nos mantiene en ascuas a más de la mitad del planeta, conectada por los medios electrónicos, existe una danza efervescente y enloquecida de artículos, viajes, comidas, recuerdos, baratijas, inventados para que las economías funcionen. A fin de cuentas, se dice, “con la muerte se termina todo”. El ideal es sacarle jugo a la vida, exprimirla hasta que se termine.

Vivimos una cultura del descarte, que fácilmente hace sobrar las personas, advirtió el Papa, quien, como pista de solución, recomendó: “La intervención en la cultura del descarte propone detenerse un momento para analizar cómo se puede vivir utilizando mejor los recursos naturales”. Recién el Santo Padre pidió luchar contra la “economía de la exclusión, la cultura del descarte y la cultura de la muerte, y seguir a Jesús en la solidaridad”. Continuamos construyendo una Sociedad terriblemente materialista; es el culto de las mayorías. Hasta nuestra propia carne está a la venta. La presunción que subyace en muchos, es el prestigio, ostentar cosas; no importa ignorar la infelicidad del prójimo. Hay un vacío espiritual y moral que hasta se presume.

“Un pueblo que no cuida a sus ancianos, a sus jóvenes, es un pueblo sin futuro, sin esperanza. Porque los jóvenes, los niños y los ancianos llevan adelante la Historia. Los jóvenes y los niños, por su fuerza biológica, y los ancianos, dándoles la memoria”, sentenció el Vicario de Cristo. Por esta razón, “cuando una Sociedad pierde la memoria, está terminada. Es feo ver una Sociedad, un pueblo, una cultura, que ha perdido la memoria”. Además, subyace el problema de 75 millones de jóvenes ni-ni, que ni estudian ni trabajan. En el centro del mundo está el ídolo dinero; se descartan los niños, los ancianos… “Lo que no produce, se descarta”, y este rechazo hacia los ancianos es una “eutanasia escondida”, subrayó el Sumo Pontífice.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario