¡La santidad se pone de moda!
Tus testimonios, Señor, son dignos de Fe; la santidad embellece tu Casa a lo largo de los tiempos (Sal 93, 5).
Pbro. Adrian Ramos Ruelas
Roma, Italia
No es una opción. Todos estamos llamados a la santidad; esto es, a ser perfectos en el amor. Con el favor de Dios, el Papa Paulo VI será beatificado en unos meses más. Será declarado “hombre feliz” (eso quiere decir beato), por su santidad reconocida como hombre, como cristiano y como Pastor. El testimonio de los grandes Santos Papas recientemente canonizados, Juan Pablo II y Juan XXIII, nos inspira también a seguir sus pasos viviendo gozosamente nuestra vocación, cualquiera que ésta sea.
DIOS NOS QUIERE SANTOS
Pero, ¿en qué consiste ser santos? ¿Qué no es un concepto pasado de moda? ¿No es la santidad sólo para gente “grande”, con dones extraordinarios? De ninguna manera. Para ser santo, simplemente se necesita abrirle a Dios la puerta de nuestra vida. La santidad es obra del Espíritu Santo, que todo lo renueva, de tal suerte que la santidad es una realidad siempre nueva, siempre actual. La santidad es para todos los hombres y mujeres, de cualquier época.
En la homilía de la Canonización, el Papa Francisco, al referirse a San Juan XXIII, destacó que, ante todo, fue un hombre dócil al Espíritu Santo, un hombre de oración, que confió más en la acción de Dios en su vida que en sus propias capacidades.
Lo mismo hemos de decir de San Juan Pablo II, un hombre carismático que inspiraba paz, bondad, trascendencia. Los gestos que nos transmitía cuando anunciaba con su vida el Evangelio de Cristo sólo eran fruto de la experiencia de su íntima amistad con el Señor, con quien hablaba y de quien hablaba.
No podemos pensar, entonces, que sólo a esos grandes personajes se dirige la Palabra de Dios, puesta en labios de Jesús: «Sean perfectos como su Padre es perfecto (Santo)». El llamado es para todos. En la manera de acoger los dones de Dios, su presencia, está la diferencia. Existe mucha gente sencilla, que no ocupa puestos o cargos importantes en la Sociedad o no destaca en algún campo y, sin embargo, vive honestamente, se dedica a servir a los demás, a amar, a respetar lo ajeno, a poner en práctica coherentemente su Fe. Esa persona está en vías de santidad. No se trata de hacer cosas extraordinarias o fuera de serie para poder decir que, efectivamente, Dios actúa en esas personas.
TAREA DEL ESPÍRITU SANTO
Deber nuestro será, pues, pedir a Dios, de corazón, la Gracia de estar atentos, abiertos a la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas, que se manifiesta de diferentes formas, como escuchar la Palabra de Dios con recogimiento, en el silencio, con el deseo sincero de captar el Mensaje que se nos comunica; orar desde lo íntimo de nuestro ser y de acuerdo a nuestras necesidades, en suave coloquio “con quien sabemos que nos escucha”. Y, sobre todo, practicar la caridad. En esto consiste la santidad. Es amando a los demás con sinceridad, ofreciendo sinceramente el perdón, practicando las Obras de Misericordia, como se nos facilita este camino, no opcional, sino necesario y urgente para poder “gozar”, desde ya y para siempre, de la comunión plena con Dios y hacer mucho bien a los hijos de Dios, nuestros hermanos.
¿Por qué tantos homenajes a la santidad? Sin duda, el Espíritu Santo sigue mostrándose espléndido con estos modelos y no quiere hacer menos con sus imitadores. Ellos, hombres de Dios, nos motivan a nosotros a hacer otro tanto, dejando que la Gracia nos envuelva y con nosotros trabaje desde nuestras propias limitaciones e historia de pecado, pero también desde nuestros deseos de ser mejores personas, buenas personas, santas personas.
Recordemos esta frase: “Todo santo tuvo un pasado; todo pecador tiene un futuro”. A todos se nos llama a ser santos y, si está de moda la santidad, conviene, por tanto, ¡ponernos a la moda!
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