jueves, 25 de junio de 2015

Mártires por la santidad del Matrimonio

Defensores que entregaron su vida por esta Institución de origen divino

santotomasmoro

Cardenal Juan Sandoval Íñiguez
Arzobispo Emérito de Guadalajara

En este mes de junio, casi para finalizar, recordamos, en primer lugar, a dos Mártires ingleses. El día 22 se conmemoró a San Juan Fisher, Obispo de Rochester, y a Santo Tomás Moro, Canciller del Reino, ambos decapitados por el Rey Enrique VII en 1535, porque no aprobaron su divorcio de su legítima esposa, Catalina de Aragón, y menos aún un nuevo matrimonio que pretendía con Ana Bolena, y porque también se negaron a reconocerlo como cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Ambos son ejemplo de generosidad, que atendieron aquella exigencia de Cristo, de amar a Dios por sobre todas las cosas (Cf. Mc 12, 30-31).

Sin nada por la Familia
Es muy ejemplar, sobre todo, la actitud de Santo Tomás Moro, que perdió todo por la fidelidad a la Doctrina de la Iglesia y por la santidad del Matrimonio. Primero, perdió el cargo de Canciller del Reino; luego, le confiscaron sus bienes; enseguida, le quitaron su libertad, lo encerraron en la Torre de Londres, así llamada la Cárcel del Reino. Lo dejaron sin sus libros, lo separaron de su familia, porque no le permitieron que lo vieran ni su esposa ni sus hijos y, por último, le cortaron la cabeza. Perdió todo, cosa por cosa, por la fidelidad a Cristo, Nuestro Señor.
El día 24 de junio celebramos a San Juan Bautista, el último de los Profetas del Antiguo Testamento, y el que, según nos dijo Cristo, era más que Profeta, el hombre más grande nacido de mujer, en las palabras del Señor (Mt 11, 11).
Juan Bautista tenía una Misión muy especial, que era la de purificar al Pueblo de Israel y prepararlo a recibir a su Mesías, a Jesucristo Nuestro Señor, y lo hizo utilizando palabras realmente fuertes: “raza de víboras” y “duros de corazón”. Y les advirtió: “Conviértanse, ya está puesta el hacha a la raíz del árbol; el árbol que no dé fruto, será cortado y echado al fuego” (Lc 3, 9). Pero, sobre todo, su martirio se debió -también- a la defensa de la santidad del Matrimonio. Al Rey Herodes Agripa, que vivía con la mujer de su hermano, le dijo: “No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano” (Mc 6, 18). Por supuesto que estas palabras molestaron al Rey, que lo encarceló, y en una fiesta, a petición de su concubina, le cortó la cabeza (Cf. Mt 12, 1-12).

Un Mártir Mexicano
El viernes 26 de este mes, celebramos a un Mártir nuestro, a San José María Robles Hurtado, que era Párroco de Tecolotlán, Jalisco, y quien en tiempo de la persecución del Presidente Plutarco Elías Calles se escondió en los límites de su Parroquia para seguir atendiendo a la gente, para seguir pastoreando a sus ovejas como buen Pastor: bautizando, casando, dando la Primera Comunión a los niños, asistiendo a los enfermos.
A pesar del bien espiritual que hacía, hubo un delator que lo entregó; lo tomaron preso y, de una manera terrible, baja, lo ajusticiaron. Un grupo de soldados lo sacó de noche, de la cárcel, para que la gente no se amotinara e impidiera su muerte. Los militares, a escondidas, lo llevaron a la Sierra de Quila, y allí, en la madrugada del 26 de junio de 1927, lo colgaron y dejaron su cuerpo tirado.
Se trata de estos Mártires de Cristo y, sobre todo, de la santidad del Matrimonio que defendieron con su vida. El Matrimonio es Institución Divina, fundamental, tan importante no sólo para la Iglesia, sino para la Humanidad. Se trata del Matrimonio fundado sobre el amor fiel, permanente del hombre y de la mujer, como lo quiso el Creador.

La “Suprema decepción”
El Matrimonio, ahora, está sujeto a un ataque permanente, bien orquestado. Desde los niveles más altos del Poder mundial, se ha querido borrar la Cultura Cristiana de Occidente, con la intención de eliminar todo lo que pudiera impedir la creación de un Gobierno Mundial, que han calificado como Nuevo Orden.
Un Gobierno Mundial que haga desaparecer los Gobiernos Nacionales, los tenga como títeres, que ya son muchos de ellos; que haga desaparecer a la Iglesia Católica, que tanto se opone, y con fundamento, a sus planes. Este mismo Gobierno busca desaparecer la Familia, que protege al hombre y le da individualidad, le da conciencia, le da personalidad y capacidad de oponerse. No pensemos, entonces, que el ataque a la Familia es casual o esporádico; se está dando en todas partes del mundo de una manera sistemática y permanente.
Acaba de sorprendernos la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que yo llamaría “Suprema decepción”, porque esperaríamos de ella cordura, sensatez, justicia, verdad, en bien de la Nación. Sin embargo, ahora han aprobado el “matrimonio” civil de personas del mismo sexo, y pretenden obligar a las Legislaturas Estatales a redefinir el matrimonio conforme a esta aberración.

Con la grave obligación de levantar la voz
Ante esa pretensión debemos no callar, todos los que tengamos un poco de decencia, de sentido común y respeto a la naturaleza de las cosas, misma que nos dice que el Matrimonio es, naturalmente, la unión del hombre y la mujer.
Pero, sobre todo los católicos, con base en la Doctrina revelada por Dios, no debemos, en modo alguno, admitir que se destruya la obra maravillosa del Señor, que es la Familia.
Invito no solamente a no admitir esto y quedarnos pasivos, como lo hacemos casi siempre, dejando que el Mal siga adelante, y nosotros sin defendernos ni defender a la Sociedad, y sin defender dicha obra divina tan importante; sino a algo más.
El profetismo es una Misión que Dios da a su Pueblo. La Iglesia, Nuevo Pueblo de Dios, participa de la dignidad de Cristo Profeta, Sacerdote y Rey, dignidad que le obliga a anunciar, a denunciar.
A todo cristiano, que por el Bautismo es ciudadano del Pueblo de Dios, le corresponde esa dignidad y la consecuente obligación; pero, más que nada, a los Pastores de la Iglesia, puestos por Dios como centinelas para velar y advertir el peligro.

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