jueves, 11 de junio de 2015

El Tesoro del Seminario

Tierra abonada con sangre

Seminario Reliquias

Gerardo Guzmán Sánchez, 1º de Teología

En el Seminario Diocesano de Guadalajara se resguarda un gran Tesoro, y no precisamente un cofre con monedas de plata y oro, o grandes riquezas materiales. Se trata, más bien, del testimonio de los Mártires Mexicanos que fueron alumnos de este Plantel hacia finales del Siglo XIX y principios del XX.
Dicho gran Tesoro es el que nos congregó el domingo 21 de mayo en el Cerro del Tesoro, al Sur del Área Metropolitana, donde se construye el Santuario de los Mártires Mexicanos. Desde temprana hora, celebramos el Décimoquinto Aniversario de la Canonización de nuestros Mártires, pues con el rezo de Laudes Solemnes iniciamos nuestra Fiesta. Después, nos trasladamos al lugar de construcción del magno Templo, donde los Seminaristas mayores y menores nos unimos en el rezo del Santo Rosario, recordando que quienes dieron su sangre por Cristo fueron muy devotos de la Virgen María y de este rezo a nuestra Madre. En punto de las 11 de la mañana, el Padre José Guadalupe Miranda Martínez, Vicerrector del Seminario, presidió la Santa Eucaristía, que fue concelebrada por el Equipo de Sacerdotes Formadores.

Ejemplos a seguir
Los Seminaristas recordamos con un gesto sencillo, pero de gran valor, como lo es el peregrinar al Santuario de los Mártires, el gran testimonio que dieron nuestros hermanos mayores que, al igual que nosotros, estudiaron con esfuerzo y dedicación para llegar a la meta del sacerdocio, ayudados por el Seminario. Recordarlos y celebrarlos es una motivación adicional que nos convida a ser Sacerdotes ejemplares; que sepamos dar la vida por el Pueblo que se nos confíe; que seamos Pastores que, a pesar de las dificultades, busquemos acercar a las personas a Dios y, como sugiere el Papa Francisco, logremos ser “pastores con olor a oveja”; meta a la que llegaron el gran Párroco de Totatiche, San Cristóbal Magallanes Jara, y San Román Adame Rosales en Nochistlán; en Zapotlanejo, San José Isabel Flores Varela. Con todo, una motivación extra nos brindan los jóvenes Presbíteros como San Tranquilino Ubiarco Robles, San Atilano Cruz Alvarado o San Agustín Caloca Cortés, quienes, a su corta edad, lograron la palma del martirio y la Gloria de la santidad.
Estas joyas, de un valor inmenso, son el Tesoro que custodiamos con celo en el Seminario. Por eso, sus reliquias son veneradas en un lugar de honor en nuestra Capilla. Visitar el Santuario de los Mártires y ver su progreso de edificación, nos alienta y hace crecer la ilusión de que, algún día no muy lejano, seamos ordenados Sacerdotes precisamente ahí, y a la vez, sentir la proximidad de estos Santos que cuidan de nuestra vocación.
Ya decía Tertuliano en el Siglo II, al ver el testimonio de los cristianos que eran martirizados: “La sangre de los Mártires es semilla de nuevos cristianos”. Rememorar la Canonización de los nuestros y visitar el sacro recinto a ellos dedicado, nos recuerda que sí se puede ser santo hoy en día, pues no son Santos antiguos o lejanos, sino que están cerca de nosotros en el tiempo y en la Geografía, cuyo ejemplo sigue vivo entre nosotros.

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