jueves, 4 de junio de 2015

Los Papas de Avignon

Episodio en la Historia de la Iglesia que, esperamos, no vuelva a repetirse.

avingion popes

En el año 1309, el Papa Clemente V se vio obligado a salir de Roma y a establecerse en la Ciudad de Avignon, en Francia, donde cinco años después murió. Le sucedieron seis Pontífices más, que continuaron residiendo en Avignon, hasta que Gregorio XI regresó a Roma, en 1377. A este período de casi 70 años del Siglo XIV se le conoce en la Historia de la Iglesia como “El Papado de Avignon”, tiempo durante el que reinaron siete Sucesores de San Pedro: Clemente V, Juan XXII, Benedicto XII, Clemente VI, Inocencio VI, Urbano V y Gregorio XI.

El Papa, en dificultades
Los antecedentes del Papado de Avignon surgieron de una crisis política ocasionada por batallas entre los “Gibelinos” -partidarios del Emperador- y los “Güelfos” -partidarios del Papa-. Severas tensiones que provocaron que al Obispo de Roma le resultara casi imposible dirigir el Estado de la Santa Sede desde la Ciudad Eterna.
Prácticamente en todo el Siglo XIII, el Vicario de Cristo y la Curia tuvieron que desplazarse continuamente por los diversos Estados italianos, a fin de sortear los conflictos políticos y también territoriales, pues durante la alta Edad Media la pretensión de los Emperadores alemanes y franceses, de constituir un Imperio Universal, chocó con el Papado que, a la vez, se había constituido como un Estado Universal teocrático.
Un antecedente más inmediato se encuentra en julio de 1294 cuando, luego de dos años de Sede Apostólica vacante, fue elegido Papa un Monje Benedictino de 80 años de edad, conocido como Pedro el Ermitaño, quien asumió el Pontificado con el nombre de Celestino V. Era un hombre piadoso, pero su desconocimiento del mundo lo obligó a abdicar tras cinco meses de haber arribado a la Sede Petrina.
En diciembre del mismo año, resultó electo Bonifacio VIII, quien se vio enfrentado por el Rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, quien tras convocar a la Nobleza y al Clero de Francia a la unidad nacional y al desconocimiento de la autoridad pontificia, hizo prisionero al Papa en su Castillo de Anagni en 1303, y aunque fue liberado por el propio pueblo, murió un mes más tarde en Roma.
Así sucedió en el Pontificado de Benedicto XI, quien solamente vivió ocho meses. La Sede Apostólica estuvo vacante durante casi un año, hasta que fue electo, en Lyon (Francia), Clemente V, a quien el Rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, lo presionó para que fuese abolida la Orden del Temple, a lo que el Papa respondió con la Bula Ad Providam, del año 1312, que desencadenó la persecución contra los Caballeros Templarios. Luego, el Papa aceptó trasladarse a la Ciudad de Avignon.

Vicisitudes para regresar a Roma
Las causas principales que ocasionaron trasladar la Sede Papal a Avignon, hoy pueden leerse como la respuesta a tres intenciones: resolver con Francia el asunto del encarcelamiento de Bonifacio VIII; disolver la Orden del Temple a favor del Rey de Francia, y reconciliar a Francia con Inglaterra, a fin de emprender una nueva Cruzada e implementar un Reino en Jerusalén.
Mientras se prolongaba la permanencia de los Papas en Avignon, la situación en Roma era lamentable, pues estaba despedazada por luchas de partido entre los Colonna, Orsini y otras familias, lo que dio como resultado que en 1347 asumiera el Poder un individuo llamado Cola di Rienzo, que creía tener un papel providencial para reformar la Iglesia y restaurar un orden mundial, en calidad de “Augusto”. Luego de proclamarse Senador, fue asesinado en 1354 por una revuelta popular. No había estabilidad ni condiciones para que el Papa regresara a la Capital de Italia.
Tras la muerte de Gregorio Xl -el último Papa de Avignon-, una facción de Cardenales se aprovechó de las discusiones del Cónclave de Elección para pretender que continuara el Papado en Avignon.
El resultado fue el Cisma de Occidente, tiempo durante el que hubo dos antipapas: Clemente VII y Benedicto XIII. Mientras tanto, en Roma, en uno de los Cónclaves más rápidos de la Historia, era elegido Urbano VI como Romano Pontífice, quien de inmediato logró retomar el control del Castillo de Sant’Angelo y dominar una revuelta de los romanos, aunque luego entró en conflicto con el Reino de Nápoles y con los miembros del Colegio Cardenalicio; cosas que provocaron que su Pontificado no fuese como se esperaba.
Con todo, el Papado había vuelto a Roma, y la Historia de Avignon quedaría como el recuerdo de un mal momento, al que muchos Historiadores se refieren como “la cautividad babilónica de los Papas en Avignon”.
Es un hecho consumado que todos los Papas de Avignon fueron franceses, y que se dejaron influir por la Corona de Francia. Dios quiera que nunca ocurra nuevamente en la Iglesia una relación así con los poderes mundanos.

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