jueves, 11 de junio de 2015

Es más fácil juzgar a Jesús de endemoniado

Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara

Hermanas, hermanos, muy amados todos en Cristo Nuestro Señor:

En Jesucristo encontramos muchas cosas que nos impresionan, que nos agradan, dan esperanza, nos confortan y alientan. Por ejemplo, cuando predica el amor, cura a los enfermos, consuela a los tristes, da de comer a los hambrientos, perdona los pecados.
Cristo nos da un Mensaje de mucho Amor; pero, tal vez, en alguna ocasión hallemos un pasaje del Evangelio que no entendemos o alguna frase que no comprendemos del todo, o quizás encontramos algo que nos aleja de Jesucristo porque no lo asimilamos.
Algo así le pasó a los contemporáneos de Jesús. Lo seguía tanta gente, que no lo dejaban ni comer. No obstante que lo seguían en tumulto porque les gustaba escucharlo y les impresionaban sus prodigios, había otros que lo malinterpretaban. Decían que eso que hacía Jesús, de curar a los enfermos, de hacer el Bien a los demás, era porque estaba poseído por el Demonio.
El Señor hizo el Bien, ya que es la expresión del Amor de Dios hacia la Humanidad. Que alguien lo juzgue como poseído por el Diablo es el colmo de la maldad. Cuidado, queridos hermanos, porque a nosotros puede pasarnos, si no algo tan extremo como a los que lo juzgaron poseído por Satanás, sí algo que nos aleje de Él, porque no lo entendemos y, entonces, decidimos ya no leer su Palabra, ya no dirigirnos a Él, ya no le pedimos porque no lo entendemos.
Por eso, conviene que nos preguntemos, cada uno: ¿qué convicciones tengo acerca de Jesús? ¿Quién es Cristo para mí? ¿Qué concepto tengo yo de la Persona de Jesús? Porque, de reconocer al Mesías, de aceptarlo como el Hijo de Dios, como nuestro único Salvador, de eso depende nuestra Salvación.
Por eso es importante conocerlo, seguirlo, creer en Él. El que lo rechaza, pudiendo conocerlo, pudiendo asumirlo como único Salvador, encuentra la condenación eterna. Jesús le advierte, a quien lo juzga como endemoniado, que el pecado contra el Espíritu Santo no tiene perdón. Ese pecado consiste en rechazar a Jesucristo.
El Espíritu Santo nos ilumina, nos inspira, nos mueve, para que reconozcamos a Jesucristo como nuestro exclusivo Salvador. El Espíritu atestigua en nuestro interior que Jesús es Dios, que lo reconozcamos y lo aceptemos. Cuando rechazamos a Jesucristo, estamos diciéndole al Espíritu Santo que es un mentiroso, que no le creemos. Los que nos preciamos de ser seguidores del Señor, tenemos que fortalecer nuestra Fe en el Él cada día.
Después de cada Celebración en la que participamos, debemos salir con una convicción más fuerte en Jesucristo, estar más unidos a Él. De cada encuentro con Él, tendríamos que irnos renovados y decir en todo lugar (mi hogar, mi trabajo, en la calle, con mis amigos, ahí donde yo esté) que Jesucristo es mi Señor y mi Salvador, no necesariamente mencionándolo, sino con mi vida. ¿Cómo?: Amando como Él me ama, sirviendo como Él sirve, perdonando como Él perdona, buscando a los demás como Él me busca a mí; consolando a los que están tristes, en mi familia o entre mis conocidos, como Cristo me conforta a mí.

Yo les bendigo en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.

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