jueves, 25 de junio de 2015

Comprometidos con la realidad de esta Región Pastoral

Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara

Palabras de Bienvenida
Asamblea Pastoral de la Provincia
Eclesiástica de Guadalajara
(2ª parte)

En sus orígenes, una Arquidiócesis fue un instancia administrativa de la antigua Roma; hoy, en cambio, designa una Sede Episcopal a la que otras Diócesis reconocen como Metropolitana, formando todas ellas una Provincia Eclesiástica.
Tal configuración ya era vigente al tiempo de celebrarse el primero de los Concilios Ecuménicos de la historia, el de Nicea, en el año 325, y dio pie -en los siglos venideros- a copiosas y ejemplares Asambleas que mucho aportaron al campo de la Doctrina y de la disciplina eclesiástica.
En esta parte del mundo, los tres Concilios Provinciales mexicanos -celebrados entre 1555 y 1585- permitieron crecer, desarrollarse y dar frutos abundantes a la cepa sembrada por los Misioneros en la fase preliminar de la Evangelización del Nuevo Mundo.
Del Concilio de Trento al vigente Código de Derecho Canónico, el sentido jurídico y pastoral de la Provincia Eclesiástica se ha constreñido a dos aspectos muy puntuales: “Promover una acción pastoral común en varias Diócesis vecinas, según las circunstancias de la persona y de los lugares”, y fomentar “de manera más adecuada las recíprocas relaciones entre los Obispos Diocesanos” (Canon 431).
Tal es la meta que nos congrega en esta Primera Asamblea Provincial Pastoral, conscientes de que estamos abriendo una brecha inédita entre nosotros, aunque no para otros lugares, como la hermana Arquidiócesis de Puebla que, hace unos meses -octubre 2014-, sostuvo su quinta experiencia de esta índole, con un formato gracias al cual la presencia y participación de la Jerarquía y del Clero, junto con la de los Religiosos y fieles Laicos de ambos sexos, enriquece los horizontes, puntos de vista y deliberaciones.
El objetivo de esta Primera Asamblea es muy claro: potenciar los frutos del Año Jubilar, recuperando el pasado, profundizando el presente y proyectando el futuro, para descubrir las líneas pastorales más atingentes que plantean los desafíos de la Misión Continental: la familia, la formación y la inseguridad y la violencia. Y tal será la dinámica de los días que siguen: rescatan el fruto de uno y medio siglos de experiencia de Fe en una Región muy característica de México; el legado de dos Concilios Provinciales Guadalajarenses, de 1897 y el de 1954; y muchas vicisitudes que ahora podemos revisar de forma parcial y objetiva, sin sentirnos víctimas o culpables. Me refiero a las azarosas circunstancias que desligaron jurídicamente, de una vez y para siempre a la Iglesia, en México, del Poder temporal.
Cuando nos asomamos a las páginas de la Historia, no dejan de sorprendernos las atribuciones que llegaron a tener los representantes Laicos del Poder Civil. Pero tal estupor podría haber causado a nuestros antepasados el clericalismo que hoy debemos conjurar de nuestras actividades pastorales, conscientes de que, de no actuar con la debida energía, corremos el riesgo de quedarnos al margen del vertiginoso proceso social de nuestro tiempo, marcado en los últimos 20 años por la revolución electrónica de los Medios de Comunicación.

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