jueves, 11 de junio de 2015

EDITORIAL

El voto emitido, escaso pero eficaz

En Jalisco se ha montado el laboratorio nacional del ejercicio del sufragio para saber hasta dónde darle vuelta a la tuerca, para medir cuánta presión puede aguantar. Por estas tierras se han asentado conglomerados sociales de ricas virtudes por la emigración desde diferentes Estados y culturas. La Perla Tapatía ha sido, hasta hace tiempo, amable y con evidentes signos de prosperidad, incluso con huella muy representativa de la religiosidad popular como fruto de los grandes Misioneros y Personajes ilustres que por aquí hicieron Historia.
A la par, ha crecido cizaña que diversifica su imaginación para hacer daño; se construyen, a ojos vistas de las Autoridades, demasiadas lacras y males sociales. Hasta el crimen organizado ha querido fraguar aquí sus experimentos, y a todos les ha dado resultados medianamente buenos, para bien y para mal, según el enfoque. Por supuesto, se presume un contubernio implícito con pingües dividendos para las dos partes; Gobierno y fuerzas de facto.
Las Autoridades de distintos colores amarran compromisos de tolerancia, producen beneficios e incluyen el acarreo, según proyectos de Gobierno y votación; relaciones, ciertamente incómodas, pero que generan ganancia. Ha habido de toda la gama del arcoiris. Ya van tres alternancias: la época revolucionaria de los 70 años de priísmo; luego el regenteo esperanzador del PAN, para volver al inicial Partido tricolor, y ahora un nuevo ensayo en el matraz de la democracia; Partidos emergentes, recién constituidos, ante un electorado siempre con la ilusión de que las cosas mejoren.
Este fin de semana pasado estuvieron en disputa política 2,159 cargos públicos en todo el país. Nuestro Sistema e Institutos Políticos no son lo mejor; pero es lo que tenemos, o lo que nos han permitido tener las fuerzas fácticas del Poder, por un lado, y la falta de conciencia e integración en nuestros niveles de educación política y social, por el otro. De entrada, sabemos una estadística cruel que refleja síntomas de enfermedad: más del 50% de la población, rayando vergonzosamente en la pobreza. Y si agregamos el tipo deficiente de educación que se nos imparte, comprenderemos el desconsuelo ante cada grupo político que sólo pretende enriquecerse adueñándose del Poder; por eso el porcentaje ínfimo que acude a los Comicios.
Únicamente accede a las urnas un modesto 44%, lo que representa para cada candidato triunfador una base mínima. A cada aspirante victorioso apenas le respalda una minoría escasa de entre 12 y 15%. Hay agravantes que se nos pierden pronto en la memoria. Las Campañas Electorales escenificaron una serie de ataques personales e infundios para desprestigiar; no hubo lugar ni tregua real para propuestas claras y ansiadas por la ciudadanía. ¿Cómo pugnar por la paz en México cuando reina lo irracional en varios segmentos de la vida nacional; pobreza, corrupción, partidos, educación? Pero, aun así, es necesario resaltar el valor civil de los ciudadanos que, a pesar de las circunstancias, salieron a votar.
La cascada diarreica de conceptos electoreros que, en lugar de clarificar propuestas viables se enrareció por la ausencia de ideologías congruentes, empieza a dar resultados adversos. Muchos llegaron al hartazgo, dicen (“¡Ni a cuál ir!”). Abundaron las dádivas; a todos nos gusta recibir, pero el pueblo, otrora carne de cañón para los candidatos, poco a poco va diferenciando su capacidad de elegir, no obstante las manipulaciones burdas de los discursos en los templetes de campaña. Más que criar partidos convenencieros, hay que buscar personas con valores indestructibles para llegar a hacer otro tipo de política, más humana.

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