jueves, 25 de junio de 2015

Locuacidad sin ton ni son

Cotorras

Daniel León Cueva

No obstante que existe una aceptable relación con los animales, con las cosas, con usos y costumbres, hay expresiones o formas de decir, de las que ignoramos su origen de tiempo y lugar; su sentido o interpretación… pero ahí están, en el habla ordinaria.
Es el caso, entre tantos otros, de un verbo tan utilizado como aceptado por la Academia de la Lengua: “cotorrear”, que equivale a platicar, a conversar con chispa, a dizque “dialogar” sin parar, y casi siempre de temas superficiales.
¿Alguien, alguna vez, en algún lugar, sorprendió así a un par de cotorros? ¿Son, las urracas parlanchinas, el prototipo del parloteo sin pausas, sin escucha ni entendimiento? ¿A estas aves, tan quietas en la rama o en la jaula, les aprendimos los humanos el frecuente y monótono bla bla tan desconectado del cerebro como del interlocutor en turno?
¡Ah!, y al igual que a las tortugas, a estos pajarracos no se les conoce su edad, que se pierde en el pasado y no se ve para cuándo silencien el pico. ¿De dónde salió que estos pequeños papagayos se empecinen en la soltería como para endilgarles el mote de “cotorro” o de “cotorra” a quienes han deshojado muchos calendarios declinando el matrimonio?
…Puros devaneos, pues, nomás “para cotorrear el punto”.

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