jueves, 11 de junio de 2015

“¡Danos Sacerdotes según tu Corazón!”

Plegaria Familiar

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Pbro. José Horacio Toscano González
Pastoral Familiar

Iniciamos, por la Gracia de Dios, el mes de junio, dedicado a la reflexión y adoración del Sagrado Corazón de Jesús. Es costumbre que en los hogares se ostente una bella imagen dedicada a esta santa devoción. Una segura petición de Fe se eleva en muchas de nuestras Parroquias antes de que el Sacerdote imparta la Bendición al término de la Misa; petición que hace eco en numerosas familias: “¡Oh Jesús, danos Sacerdotes según tu Corazón!”.

Descubrimiento y admiración
“Os daré Pastores según mi Corazón” (Jer 3, 5). Con estas palabras del Profeta Jeremías, Dios promete a su pueblo no dejarlo privado de Pastores que lo congreguen y lo guíen: “Pondré al frente de ellas (o sea, de mis ovejas), Pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas”. La Iglesia, que es Pueblo de Dios, experimenta siempre el cumplimiento de este anuncio profético y, con alegría, da continuamente gracias al Señor.
La Iglesia sabe que Jesucristo es el cumplimiento vivo, supremo y definitivo de la Promesa de Dios: “Yo soy el Buen Pastor”. Y el Gran Pastor de las ovejas encomienda a los Apóstoles y a sus sucesores el ministerio de apacentar la grey de Dios. Estos Pastores, “hombres sacados de entre los hombres para ser santos”, descubren, fortalecen y maduran este santo llamado en la experiencia y comunión de la familia para, después, alimentar y discernir este llamado en la etapa del Seminario. La elección de éstos no es de origen humano, sino divino. Dios mismo los hace “Ministros idóneos de la Nueva Alianza”.

Maestros de Oración
En virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos tienen el deber específico de educar a sus hijos en la plegaria; de introducirlos progresivamente en el descubrimiento del Misterio de Dios y en el coloquio personal con Él: “Sobre todo en la familia cristiana, enriquecida con la Gracia y los deberes del Sacramento del Matrimonio, importa que los hijos aprendan, desde sus primeros años, a conocer y a adorar a Dios, y a amar al prójimo según la Fe recibida en el Bautismo”.
Un elemento fundamental e insustituible de la educación a la oración es el ejemplo concreto, el testimonio vivo de los padres; sólo orando junto con sus hijos, el padre y la madre, mientras ejercen su propio sacerdocio real, descubren profundamente en el corazón de sus hijos el sentido de Dios y el sentido de saberse llamados. La familia es como la “Iglesia Doméstica” donde, desde la Fe viva de todos sus miembros, se pueda ayudar a clarificar el llamado de Dios.

“Ven y Sígueme”
Desafortunadamente, la familia, en la realidad de hoy, se ve afectada por una cultura de muerte que ha provocado su inestabilidad y su desintegración creciente, manifestadas en fenómenos como la disminución o desaparición de la comunicación familiar; en la crisis de valores provocados por el influjo de programas televisivos en los que se trastoca el sentido de fidelidad matrimonial, exaltándose visiones parciales y egoístas de la felicidad, que facilitan la desvinculación entre sexualidad y amor; en el uso y práctica de técnicas anticonceptivas; y en la falta de sentido sobre la realización personal y la entrega personal desde un llamado específico de Dios.
Pero, ante tales escenarios, la familia no puede renunciar a ser el centro privilegiado “para cultivar las vocaciones desde sus primeros gérmenes”; es ahí donde se van observando las señales de vocación (recta intención, voluntad libre, idoneidad o cualidades), para ir madurando la personalidad humana, cristiana y la futura vocación sacerdotal.
La familia, sabiéndose llamada a ir con Cristo y a seguirle, debe y puede ofrecer, con la colaboración de todos, un ambiente de oración, reflexión, confianza y compromiso personal y comunitario para ejercer, en el que se siente llamado, un sentido de gratitud, de esfuerzo y fidelidad a la llamada recibida.
Sacerdotes para las familias
Al igual que toda realidad viviente, también la familia está llamada a desarrollarse y crecer. Por tanto, es necesario su acompañamiento, que permita no sólo posicionarla desde su sentido humano, sino elevarla hacia Dios, ya que, a la luz de la Fe y en virtud de la Esperanza, la familia cristiana participa, en comunión con la Iglesia, en la experiencia de la peregrinación terrena hacia la plena revelación y realización del Reino de Dios. Por ello, cada Sacerdote, todo Sacerdote, está llamado a subrayar la urgencia de la intervención pastoral de la Iglesia en apoyo de esta Célula de la Sociedad.
Resulta urgente que el ejercicio pastoral sacerdotal emprenda toda clase de esfuerzos para que la Pastoral de la Familia adquiera consistencia y se desarrolle, dedicándose a un sector verdaderamente prioritario, con la certeza de que la Evangelización, en el futuro, depende en gran parte de la Iglesia Doméstica: la familia.

Relación que da frutos
La solicitud pastoral de la Iglesia por las familias, en la medida del Corazón de Cristo, alcanza en nuestra Diócesis una clara respuesta, y por ello nuestra Pastoral Familiar, en su organización, ha impulsado un Equipo de Laicos cuya coordinación –a cargo del Sr. Miguel Gómez Gómez y de su esposa Marina Rivera, junto con Patricia Chávez López, asesorados por el Padre Jorge Manuel García Rivera, Prefecto General del Seminario Menor de Guadalajara– tiene como prioridad acercar a las familias en el proceso vocacional de los jóvenes candidatos al sacerdocio. “Este trabajo es una experiencia formidable, nueva, un paso grande, un logro magnífico, pues los padres de familia se abren al diálogo junto con sus hijos Seminaristas”. Esta experiencia podrá avivar en los Seminaristas el impulso de trabajar y acercarse como futuros Sacerdotes a la familia, acompañándola paso a paso en las diversas etapas de su formación y su desarrollo.

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