Mandatarios, Clérigos y peregrinos americanos, presentes

Beatificación del Arzobispo Romero

“Mons. Óscar Arnulfo Romero Galdámez, Arzobispo de San Salvador, nació significativamente el día de la Asunción de la Santísima Virgen, el 15 de agosto de 1917, coincidencia plena de su Consagración y de su gloriosa muerte, como Mártir, el 14 de marzo de 1980, en la Celebración de la Santa Misa en el Hospitalito de Cancerosos” (Cfr. AGF Bitácora Cuaresma de 2014).

Era obligada esta Bitácora con motivo de la Beatificación del Santo Romero de América, “Pastor y Mártir nuestro”, como bien dijo el Obispo español en tierras brasileñas, Pedro Casaldáliga, en su “Poema–Epitafio”; compañero de él en el Episcopado Americano. Fue él mismo quien sentenció: “¡Nadie hará callar tu última Homilía!”… (Cfr. Servis Koinonía, org. Martirologio). Y Paul Debesse, destacado hagiógrafo, concluyó: “Así lo entendió el pueblo creyente (Op. Cit., Pág. 99), con el cual Mons. Óscar Arnulfo se identificó tan profundamente en los Vía Crucis cotidianos, no sólo de la Cuaresma, sino de la vida real del cristiano”.
En esa tónica, exclamaba el Beato Miguel Agustín Pro Juárez, Sacerdote Jesuita y Mártir mexicano, cuando la Gesta Cristera, en su sentido Poema: “Déjame pasar mi vida junto a Ti, Madre, para acompañar tu soledad y tu dolor profundo, Virgen de los Dolores”. Y, con esos mismos sentimientos martiriales, lo aseveró con convicción el ya Beato Romero en su Homilía, 10 minutos antes de su personal martirio y entrega: “Si el grano de trigo cae en la tierra y no muere, queda sólo el grano; pero si muere, da mucho fruto” (conforme a S. Juan, C. XII, V. 23 y ss).

PRESENCIA TESTIMONIAL Y ECLESIAL
EN LA IGLESIA CATEDRAL
Con el marco magnificente de un esplendoroso Halo Solar, surgido en el cielo y visto en la Ciudad de San Salvador este 23 de mayo de 2015, el Pueblo Americano, así citado: hondureños, costarricenses, salvadoreños, argentinos y chilenos lejanos y unidos a la vez; mexicanos en sintonía fraterna, estadunidenses católicos, panameños, guatemaltecos y nicaragüenses de esa porción centroamericana fraterna… Todos, se impactaron por este símbolo, cerrando su luminosa Cruz: la Cruz Gloriosa del Martirio. Corroboración celestial. Todo ello en el contexto de la Reliquia impresionante de la camisa ensangrentada que Mons. Romero vestía bajo su sotana y su alba ornamental el día de su asesinato; victoria de los Mártires, que incensó el Cardenal Ángelo Amato, enviado especial del Papa Francisco, latinoamericano de corazón y hermano en el Episcopado. Las Reliquias recorrerán las Parroquias de todo El Salvador.

PRESENCIA SIGNIFICATIVA DE
LOS DIPLOMÁTICOS DE AMÉRICA
Paralelamente a la presencia testimonial fraterna de los hermanos en el Episcopado, y de los peregrinos de nuestro Continente, debemos asentar la asistencia, consciente y respetuosa, de varios Mandatarios de América y sus enviados diplomáticos. Un sentir de respeto y honda convicción. Así lo expresaron varios durante la Santa Misa y en el Funeral: con emoción, lágrimas y alegría honda. Figuras públicas e internacionales expresaron su júbilo y convicciones.
Ello lo afirmó el Presidente de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, antiguo convencido guerrillero contra la dictadura. En ese tono, David Morales, especial Procurador de los Derechos Humanos (¡vaya tarea desde tiempos de nuestro Beato!), explicitó: “La Beatificación de Monseñor Romero marca el Rumbo en la genuina Liberación de este Pueblo; llama a los poderosos… a la conversión”.
Su Santidad, en sintonía fraterna y paternal, envió una Carta al Arzobispo de San Salvador, Mons. José Luis Escobar Alas, en la que dio gracias a Dios porque “concedió a nuestro Mártir, Beato hoy, la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo”. E insistió que era “Día de Fiesta para los salvadoreños y los países latinoamericanos”.
¡Enorme motivo para nuestra Bitácora, por tratarse de un gran Pastor de nuestra América Central, paradigma de acrisoladas virtudes humanas y cristianas!