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No es coincidencia que los meses últimos del año, noviembre-diciembre-enero, aprovechando el paso del Otoño al Invierno, sirvan a la Liturgia de la Iglesia para meditar en torno a las postrimerías del hombre: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria. La Solemnidad de Todos los Santos (1º de noviembre), seguida por la Conmemoración de los Fieles Difuntos, engarza con los temas escatológicos -relativos a los últimos tiempos- planteados en la Biblia, que el Adviento retoma invitándonos a la conversión y hablándonos del Nacimiento de un Niño que dará a la vida, plenitud y sentido.
La Escritora y Periodista tapatía Hilda Morán del Castillo, preocupada por el desenfado, ignorancia y banalidad que aleja a los jóvenes hoy en día de estos temas cruciales, ha publicado una Novela que, bajo el título que encabeza este comentario, publicó Amateditorial en octubre de 2013, en una bella edición de 349 páginas, que también rinde homenaje al hidrocálido José Guadalupe Posada en el Primer Centenario de su Muerte.
La obra, que presenta el Mtro. Miguel González Gómez, consta de Apartados, cada uno de los cuales viene a ser un relato corto, cuyo hilo conductor es la muerte monda y lironda desde la experiencia que todos hemos tenido de ella, sea experimentándola ante la partida de un ser querido, sea como espectadores distantes de un destino ineludible y vago que quisiéramos retardar lo más posible si estamos sanos, o acelerarlo si las fuerzas nos abandonan y nos atrapa el dolor y la angustia.
Peculiar de esta recreación literaria es su rumbo esperanzador que brota de la certeza cristiana de un más allá, donde las penas y las cuitas de esta vida serán abolidas del todo. Por ende, nos coloca ante la necesidad de plantearnos cómo vamos preparando ese encuentro definitivo, el cual no anula sino inicia el ciclo último para el cual hemos nacido: para compartir la eternidad divina.
De forma amena, en bien trabados artificios narrativos, cualquier lector, pero especialmente los jóvenes, se verán alentados a redirigir sus pasos hacia experiencias más gratificantes que el vértigo en que se precipitan los que no ven más allá de sus narices.
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