¿Por qué vale la pena esperar?
Cree, ama y espera
Priscila Rangel Sotelo y Natalia Duarte Ayala
Estudiantes de la Licenciatura en Ciencias de la Familia
Hoy en día, muchos jóvenes piensan que las relaciones sexuales en el noviazgo permiten un mayor conocimiento de la pareja, o bien, que son un condicionamiento para que la relación funcione. ¿Realmente eso es verdad? ¿Tú crees que las relaciones son la pieza clave para un buen noviazgo?
La relación sexual es uno de los dones más poderosos que Dios nos ha regalado como seres humanos, y muestra del infinito Amor que tiene hacia nosotros. Es por eso que el comportamiento sexual debemos cuidarlo, valorarlo y utilizarlo de manera correcta. ¿Pero, sólo porque es un don de Dios debemos administrarlo?
CRECIMIENTO GRADUAL
De acuerdo a investigaciones académicas, se ha demostrado que los jóvenes que comienzan su vida sexual en el noviazgo sufren una afectación importante en su desarrollo escolar, social y psicológico, deteriorando sus relaciones también con amigos y familiares, debido a que no han adquirido la madurez necesaria para dominar su instinto sexual.
El Psiquiatra Rudolf Affeman nos explica en su Libro “La sexualidad en la vida de los jóvenes”, que debe aspirarse a tener una madurez sexual que consiste en la integración total de la persona; es decir, de su cuerpo y alma, para que el ser humano pueda asumir, así, una responsabilidad, y logre la valoración y dominación de sus instintos naturales.
Aparte de sufrir las afectaciones antes mencionadas, queda siempre la incertidumbre de saber qué piensa o siente la pareja después de haber tenido relaciones, y de ello surgen dudas como éstas: ¿Habrá sido sólo una sensación momentánea? ¿Me amará menos que antes? ¿Será la persona indicada? ¿Nos quedaremos juntos y llegaremos a casarnos? ¿Qué sucederá si quedo embarazada? ¿Me habrá contagiado de alguna enfermedad?
Para evitar todos estos cuestionamientos y dudas, y más que nada para no transgredir la Ley de Dios, debemos hacer realidad este don sólo dentro del matrimonio, con la persona que elegimos y nos eligió para compartir el resto de nuestras vidas amándonos. Porque sólo en ese ámbito sagrado es donde no habrá ese tipo de incertidumbres y sí una donación plena y mutua de cuerpo y alma.
Mas, para hacer realidad esa mutua y cabal entrega, tenemos que comprender y vivir el amor humano como don de sí mismo; esto es, ese amor capaz de conocer y querer a las personas por sí mismas, que es propio de la castidad, la cual consiste en amarnos y amar al prójimo, en este caso a nuestra pareja, respetándola íntegramente.
“La experiencia enseña que las relaciones sexuales prematrimoniales, más bien que facilitar la elección del justo compañero o compañera de la propia vida, la hacen más difícil”. Juan Pablo II.
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