jueves, 9 de enero de 2014

LA RECONCILIACIÓN NICODÉMICA: EL EPISCOPADO DE DON JOSÉ GARIBI RIVERA

GUADALAJARA ARQUIDIÓCESIS: 150 AÑOS DE ANDADURA


josé+gari.


Pbro. Tomás de Híjar Ornelas

Cronista Arquidiocesano


El nudo gordiano que asfixió a los actores sociales en Jalisco durante el cuarto de siglo que va de 1914 a 1940, no pudo cortarlo la espada. Para desatarlo fue necesaria la participación y buena voluntad de gestores oficiosos, tales como el Arzobispo José Garibi Rivera, el humanista Efraín González Luna y el político José de Jesús González Gallo, triunvirato que cambió la fisonomía de nuestro Estado a mediados del siglo pasado

Imposible resulta calcular el costo que en vidas humanas, deterioro de la calidad de vida y aridez social trajo consigo la Revolución Mexicana en Jalisco, pues los pocos ideólogos que tuvo en estos lares no alcanzaron la talla suficiente para ofrecer ideas trasformadoras hacia la apertura a una sociedad democrática, instaurando, en su lugar, renovados cacicazgos locales, adicionados con el corporativismo clientelar de los gremios obrero, campesino y magisterial. Pero, al no haber más, ¿podía deambular la Iglesia en tal escenario sin perder el equilibrio? Ese reto lo asumió el VI Arzobispo de Guadalajara.


JOSÉ MARIANO GARIBI RIVERA


Sólo dos tapatíos han ceñido la Mitra de la Iglesia Guadalajarense en 465 años: Don Juan Leandro Gómez de Parada Valdez y Mendoza, que lo fue de 1735 a 1751, y Don José Mariano Garibi Rivera, Obispo Titular de Rhosus y Auxiliar de Guadalajara desde 1929; Arzobispo Titular de Bisya y Coadjutor con derecho a sucesión en diciembre de 1934, y Arzobispo Residencial, a la muerte de su antecesor, D. Francisco Orozco y Jiménez, desde 1936, cargo que ocupó hasta 1969: cuatro décadas cruciales para tejer no poco de lo que hoy es Jalisco.


PRIMEROS PASOS


Hijo de un matrimonio de clase social media, nació en 1889 durante los años dorados del Gobierno dictatorial de Porfirio Díaz. Huérfano de padre poco después de nacer, su progenitora crió a sus tres hijos como mejor pudo. José intentó ser Religioso Franciscano antes de ingresar al Seminario Conciliar, donde brilló por su inteligencia, lo cual le granjeó, recién ordenado Sacerdote (1912), una beca en Roma, ahorrándose los padecimientos inferidos a los Eclesiásticos a partir de 1914 por el Gobierno de Venustiano Carranza Garza, que puso en jaque a la Iglesia tapatía y en el exilio a su Pastor, don Francisco Orozco y Jiménez, en compañía del cual retornó el Padre Garibi en 1917, quedándose a ejercer su ministerio en el Seminario Menor Auxiliar de Totatiche.

Al final de esa etapa sufrió cárcel, pero también comenzó su rápido noviciado por todos los oficios de la clerecía, siendo todo, menos Párroco: Vicario Parroquial en Ayo; Director Espiritual y Maestro del Seminario, y miembro del Cabildo Catedralicio de Canónigos, donde, por escalafón, ascendió hasta ser Vicario General, y luego Obispo Auxiliar en la fecha antes indicada.


SU BRILLANTE GESTIÓN


Quienes colaboraron con él le atribuyen una laboriosidad sin límite, dotes sobresalientes como administrador, y energía en la toma de decisiones, aunando a esto su trato social y afable prudencia, todo lo cual le ganó el respeto y generó el tino para evitar que la Iglesia en Guadalajara fuera vista no como una rival del Estado, sino como una Institución que orientaba la perfección moral del ciudadano. Tal fue su meta durante su larga gestión, empeñándose en rehacer el Seminario Diocesano; fomentar las vocaciones; multiplicar el Clero; fortalecer la Catequesis; incrementar el número de Parroquias y de Colegios; edificar muchas obras materiales y frenar las hostilidades en contra de los católicos, alcanzando, por todo ello y como privilegio pionero para México, la púrpura cardenalicia de manos del Papa y hoy Beato Juan XXIII, en diciembre de 1958.


Entregar la estafeta a su sucesor, luego de tan intensa participación en la vida local, agrió los últimos años de su vida que, a decir de sus incondicionales, hubieran sido menos ásperos si los necesarios cambios no hubieran sido tan bruscos para su sensibilidad, ya senil. Su deceso fue muy sentido, y acaeció el 27 de mayo de 1972. Junto con él, fue sepultada toda una época de dolor y heroísmo.



El joven Obispo Auxiliar José Garibi Rivera (izquierda) acompaña al Arzobispo Francisco Orozco y Jiménez, a quien sucedería luego, gobernando con gran tino la Arquidiócesis de Guadalajara por 33 años, y logrando ser el primer Cardenal Mexicano.


Foto: Archivo Eclesiástico



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