Cardenal José Francisco Robles Ortega,
Arzobispo de Guadalajara
Amigos, amigas:
Una tradición muy arraigada en todos los inicios de año, es la de fijarnos buenos propósitos para mejorar nuestra vida en distintos aspectos. Pero junto con esta añeja tradición hay una constatación: el abandono rápido de dichos propósitos y el no verlos coronados.
Y no perseveramos en el cumplimiento de los propósitos porque nos confiamos a la espontaneidad o a la buena intención, y pocas veces nos ponemos a analizar en qué aspecto de nuestra vida necesitamos realmente un cambio, y mucho menos, cuáles son las causas de aquello que quisiéramos mejorar. Por eso ahora les invito a que antes de hacer promesas de mejoramiento, hagamos primero un análisis para ubicar dónde está el origen de lo que queremos y debemos cambiar en nuestra existencia, y luego buscar y poner los medios a nuestro alcance para su solución.
Preguntémonos: ¿En qué vamos a gastar en nosotros este deseo o necesidad de cambio? ¿Qué recursos humanos, espirituales, o si es el caso, económicos, tenemos para lograrlo? ¿Con qué medios contamos para sacar adelante esos buenos propósitos en los aspectos que debamos modificar en nuestra vida personal, familiar, de negocios, o incluso en el ámbito social?
Jesucristo Nuestro Señor nos señala que el que pretende edificar una torre debe primeramente sentarse y analizar si tiene las posibilidades de construir dicha obra. No basta, pues, con hacernos ambiciosos y formular abundantes propósitos al inicio del año, para luego abandonarlos y después sentir desaliento porque, por falta de voluntad o de recursos, no lo logramos.
Lo cierto es que, siempre, todos necesitamos cambiar algo para mejorar; no podemos conformarnos nunca con la vida que llevamos y suponer que en ella ya está todo resuelto, que todo marcha muy bien. Requerimos liberarnos de lastres negativos que impiden nuestro desarrollo y ascenso; salir adelante con racionalidad, con objetividad; esto nos dará seguridad y hará crecer nuestra autoestima, confianza y esperanza de una vida mejor.
Yo los bendigo, en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo.
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