jueves, 16 de enero de 2014

Aniversarios y deudas

¿Cuáles beneficios?

A 20 años del TLC


Campiña ganadera


El primer día de enero de 1994, hace 20 años, sucedieron de manera simultánea dos hechos de enorme trascendencia para México: entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y se produjo, en Chiapas, el levantamiento indígena del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).


Resultado de la aplicación de ese Tratado, ha sido la disposición de los encargados de la política económica mexicana de plegarse a los dictados del Gobierno estadunidense y de los grandes capitalistas internacionales, como claramente podemos ver, luego de la entrega que se ha hecho de los últimos bienes que quedaban en propiedad de la Nación: los energéticos y los satélites mexicanos de comunicación.


Los números hablan


Repercusiones muy graves para la economía mexicana han traído tanto el Tratado como el proyecto neoliberal que lo acompaña. La balanza comercial de México con el exterior registraba, hace 20 años, un superávit de más de 500 millones de dólares, y ahora, tan sólo al primer semestre de 2013, acusaba un déficit de dos mil millones de dólares; es decir, que mientras hace dos décadas el exterior nos compraba más de lo que nos vendía, actualmente le compramos muchísimo más de lo que le vendemos.


Ante eso, la industria nacional se ha visto tan debilitada, que ha sido necesario el cierre de negocios que operaban medianos y pequeños propietarios, y que daban empleo con prestaciones, como Seguro Social, aguinaldo, reparto de utilidades, a muchos trabajadores, pero que hoy se encuentran en el desempleo o en la informalidad. En la actualidad son pocas las opciones de trabajo para los jóvenes, y las que hay, son mal pagadas y con pésimas condiciones laborales.


Por su parte, el campo ha sufrido un profundo cambio desde 1994. Numerosas pequeñas y medianas unidades campesinas de producción han sucumbido ante la competencia de importaciones de granos, carne, huevo y muchos otros alimentos que, sin ser controladas, inundan el mercado mexicano. El Gobierno eliminó las empresas de regulación que apoyaban al sector agropecuario, dejándolo indefenso no sólo frente a la desleal competencia del extranjero, cuyos productores reciben subsidios de sus Gobiernos, por lo que llegan a precios menores a los que rigen en nuestro país, sino también frente a especuladores privados y empresas muy voraces, como MINSA, MASECA, Arancia o transnacionales como Cargill, Corn Products y Archer Daniels, entre otras, que controlan el mercado del maíz y otros granos básicos, que ingresan a nuestro país sin pagar aranceles, dejando a esos insumos, especialmente al maíz, alimento básico de nuestro pueblo, en manos de especuladores e intermediarios que entregan semillas de mala calidad, y a precios elevados.


En el sector ganadero desaparecieron, en estos dos decenios, 322 mil unidades de producción, el número de cabezas de ganado disminuyó 30% y, como consecuencia, el consumo de carne en el país va a la baja. El Frente Nacional de Productores de Leche informó, hace unos días, que “la falta de control en las importaciones de leche y sus derivados, como sueros y preparaciones alimenticias, y los bajos precios que se pagan a productores nacionales, llevaron a la quiebra a casi 700 mil pequeños productores”

Sardina ante tiburones


Así pues, México padece una enorme dependencia alimentaria del exterior. Casi la mitad de los productos que se consumen aquí, se importa, especialmente de Estados Unidos, a pesar de que podríamos seguir generando nuestros propios alimentos, los mismos que acostumbrábamos consumir desde épocas ancestrales y que formaban una dieta sana, probada y comprobada por generaciones. Es muy nocivo que de fuera nos lleguen productos que han sido congelados por mucho tiempo, tratados químicamente para darles mayor permanencia y, sobre todo, productos “chatarra” que han generado un grave problema de obesidad en la población.


El comercio, sobre todo el pequeño y mediano, ha sufrido los embates de las grandes cadenas comerciales que, literalmente, barren el dinero de los mexicanos y mandan sus utilidades a sus países de origen. A consecuencia de ello, ha desaparecido buena parte del pequeño y mediano comercio, ante la desleal competencia de las colosales cadenas. Las tiendas de abarrotes, farmacias de barrio, ferreterías medianas, y negocios de tantos otros rubros, han sucumbido, eliminados por la ola transnacional.

El TLC que nos fue “vendido” por los Gobiernos con una serie de promesas de bienestar para la población, incremento de los empleos, mejores salarios y condiciones de trabajo; en fin, como una panacea para la prosperidad que no tenía bases, y que, por supuesto, no la hemos visto, ha traído exactamente todo lo contrario.


Ni siquiera han logrado pactar nuestros Gobiernos, en las negociaciones de los bienes de la Nación, un Acuerdo de Migración con Estados Unidos y Canadá que permita a los depauperados obreros y campesinos mexicanos paliar un poco la pobreza en que los lesivos acuerdos les dejaron, permitiéndoles salir, temporalmente y de manera legal, a buscar el sustento para sus familias, sin tener que jugarse la vida ante la “Migra”, los climas extremosos y los delincuentes que los extorsionan y victiman.


No trajo, pues, el TLC, beneficios a la población; pero sí a algunos grandes capitalistas permitió el ingreso de empresas transnacionales que se han aprovechado de las cuantiosas ventajas que les han otorgado nuestros Gobiernos en esta veintena de años, para lograr fabulosas ganancias llevadas luego a sus lugares de origen.


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