El propio Pablo de Tarso, considerado por excelencia como “el Apóstol”, dejó escrito:
… Partí para Damasco, provisto de una carta del sumo sacerdote, en la que me autorizaba a conducir a Jerusalén, encadenados, a los cristianos que encontrara. Mis acompañantes y yo nos acercábamos a la Ciudad, cuando una luz celestial, más brillante que el Sol, nos encegueció y nos tiró a tierra, fulminados. Una voz, que sólo yo escuché, me dijo entonces en hebreo:
-Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?-
-¿Quién eres Tú, Señor?-, pregunté.
-Soy Jesús, quien te ha escogido para ser mi testigo ante los gentiles, para anunciarles lo que te revelaré más adelante, a fin de que, creyendo en Mí, pasen de las tinieblas a la luz”…
Pablo se convirtió a Cristo hacia el año 36 de nuestra Era, y fue luego un infatigable y brillante Misionero. Durante la persecución del Emperador Nerón, murió decapitado en Roma.
jueves, 23 de enero de 2014
La conversión de San Pablo
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