jueves, 23 de enero de 2014

Nos ha nacido la Verdad

¿Murmuran, Sancho?…


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Hay vida verdadera cuando se vive en la verdad. Tal es el reto de todos los que deambulamos por esta Tierra. Siempre hay algo que corregir en criterios y en actitudes. Solamente Uno ha colocado su pie en este mundo y ha podido exclamar: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Y este espacio soberano de Verdad tenía que ser preparado por Juan el Bautista, el más grande de los Profetas y Mártir de la Verdad.

El Enviado del Padre, Jesucristo, la Verdad, nació en un mundo plagado de mentiras, y se da este acontecimiento porque quiere acabar con las tinieblas de la mentira y el error que anidan en el corazón humano, y encender la llama de la luz. La historia de los pueblos nos ha dejado la constante de que entre los famosos e importantes abunda notablemente la falsedad. ¡Qué fácil se cambia de afiliación política, cuántos engaños hay en lo comercial, cuánta injusticia en los Tribunales; y todo esto, porque así conviene a sus intereses!


SIN TEMOR Y CON FIRMEZA

Juan fue encarcelado por anunciar la Verdad. Al Rey Herodes y a sus colaboradores poco les importó, seguramente, la predicación que realizaba en el desierto invitando a la conversión; lo que sí le caló profundo es que se hubiera metido con su vida privada y la valiente denuncia por sus desenfrenos en el campo sexual. La amante se encargó, entonces, de calentarle la cabeza al Rey. No podemos saber todas las artimañas que emplearía la maquinaria del poder para hacerlo callar, pero Juan no era un hombre que se dejase fácilmente influir.

El Bautista, en calidad de Profeta, transitó por el camino que anduvieron otros Profetas verdaderos: persecución, incomprensión, burlas, encarcelamiento y muerte. El Rey Herodes le tenía respeto, sabía de su inocencia, le gustaba escucharlo, aunque no le hiciera caso alguno. Pero Herodías no podía tolerar que aquel hombre, surgido del pueblo humilde, la insultara de esa manera. El día llegaría y la oportunidad de una dulce venganza: eliminarlo, porque sólo cortándole la cabeza se podía apagar la voz de la Verdad.

La cabeza del Bautista en una charola es la firma indeleble de una vida entregada al servicio de los demás; con su vida y su palabra preparó el camino a Jesús. Al celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios, se inició un camino de Amor que terminaría en la entrega plena de la Cruz. En el proceso ante Pilato, ante la pregunta de si es verdaderamente Rey, respondió Jesús con esta expresión enigmática: “Yo he nacido y he venido al mundo para dar testimonio de la Verdad. Todo el que es de la Verdad escucha mi voz” (Jn 18,37).


EJEMPLO A SEGUIR
Y la Historia de la Salvación sigue escribiéndose porque son muchos los hombres y mujeres perseguidos, encarcelados y asesinados por defender y pregonar la Verdad. Nunca se entenderá que los cristianos, en ciertos momentos, nos avergoncemos de serlo, traicionemos nuestra Fe, nuestra Esperanza y Caridad. El Anuncio de la Buena Nueva no es compatible con el silencio, con el miedo, el temor, el respeto humano o el conformismo. No podemos quedarnos callados ante lo que contradice nuestro Credo ni aceptar como bueno o como indiferente lo que está en contra de la Ley de Dios.

Hace unos días, el Papa Francisco nos exhortaba vehementemente para que el Señor nos salvase del espíritu mundano que lo negocia todo; no sólo los valores, sino también la Fe. Urgía a estar en guardia ante una globalización de la uniformidad hegemónica -que promueve un pensamiento único-, fruto de la mundanidad que nos jala fuertemente para apartarnos del Señor. Este espíritu mundano nos hace creer que podemos, tranquilamente, hacer una negociación con Dios porque debemos ser progresistas, porque si vamos con el progreso, debemos ir a donde va toda la gente y no importa que mandemos a volar la fidelidad al Dios que siempre es Fiel.


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