jueves, 16 de enero de 2014

Ser seminarista, hoy

Compromiso y testimonio


Hermandad vocacional


Diácono José Luis Íñiguez García,

4° Teología


Ser seminarista hoy no es solamente un reto, una aventura, un camino, un tiempo, sino que es la respuesta al llamado de Dios hacia la vocación específica de la vida sacerdotal. Y precisamente en esta respuesta se incluye la aventura, el reto, el camino y el tiempo. Y cada uno de estos elementos se sostiene firmemente sólo en la amistad con Dios.


Es cierto que decidir responder al llamado divino implica siempre renunciar a otras posibilidades de vida. Mas esta renuncia brota de la fuerte convicción de haber escuchado el llamado de Nuestro Señor. Pero, eso sí, no podemos quedarnos únicamente con la satisfacción del “llamado”, sino que debemos responderle generosamente, sobre todo a través del silencio de la oración y en los detalles ordinarios de la vida.


Así pues, ser seminarista, hoy en día, exige desechar otras ofertas y opciones de vida en el mundo, así como corresponder desde un espíritu de apertura, donación y entrega; es decir, manifestar una entera disposición que alegre, que contagie, que motive, que transmita esperanza. Atender al llamado de Dios es oponerse a las estructuras de muerte que nos presenta el mundo, como son: el aborto, la eutanasia, las nuevas concepciones de familia que van contra el orden natural; a cualquier influjo de pensamiento que nos lleve a olvidarnos de Dios; al relativismo, al pragmatismo, al conformismo.


Responsabilidad individual y compartida


Ser seminarista hoy no es distinto a ser cristiano hoy, porque la vocación a la santidad es universal; pero sí nos implica ir a contracorriente, contra las vanas atracciones del mundo. Y no podemos pensar que el seminarista no está en el mundo, porque esta concepción nos lleva a desencarnar la espiritualidad. Al contrario, el mundo es el lugar específico donde se responde a Dios, donde se busca la santidad. Es nada más aquí donde tenemos que proclamar, anunciar y vivir con alegría la Buena Nueva de Salvación.


Los retos que nos planteamos en la actualidad son muy agresivos y atacan a la persona primeramente por los sentidos. Sólo podemos enfrentarlos desde la oración, que nos lleva a identificarnos, a encontrarnos con Dios, que es la Verdad de nosotros mismos. Saber quiénes somos es la clave para enfrentar a la cultura predominante, que quiere acabar con la identidad de las personas, de las instituciones, de los principios y valores.


En suma, ser seminarista hoy, no es un acto meramente personal y aislado; es un acto de Iglesia. Uno es quien responde, sabiéndose confiado en la oración de la Iglesia, que somos todos. Hoy, Dios sigue invitando a los niños y a los jóvenes a la vida sacerdotal, pero el ruido del mundo imposibilita, a muchos, escuchar ese llamado. Es necesario, por tanto, estar atentos a los signos con los que Dios quiere comunicarse. Joven, tú no tengas miedo; ven y sigue a Jesús que te llama.


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