Texto y Foto: Luis Sandoval Godoy
206- Al que le anda, le anda
No, de veras, déjame decirte. No es cuestión de la vereda, de la subida empinada, del rayo del sol o del ventarrón que como que nos avienta del camino.
Cómo quisiera explicarte, o cómo hacer para que llegaras a sentir este peso interior; es como si cargaras encima de ti con una fea y pesada angustia.
Viene a ser como si tu conciencia te hablara desde lo más hondo de ti mismo; como si te hiciera un reclamo, que parece como que se te atraviesa el aire, la respiración.
Pero todo es que te acuerdes de Dios, que le hables, que le digas que olvide tus traiciones; con eso cambia todo y vuelve a ti una paz, una claridad, una serenidad.
207- Aviéntale el sombrero
Uno viene por la vida muy quitado de la pena, y de repente le llega un aire desatado, unos relámpagos prendidos, el cielo bien renegrido.
Todos encontramos, a veces, ásperos y rudos tropezones; nos salen al sendero unos peligros inesperados que, sin querer, nos hacen temblar.
O la dicha que todos queremos, la felicidad que todos anhelamos, y de improviso unos nubarrones oscuros, unos brincos altos nos salen al camino.
Que invoquemos el auxilio divino y luego le busquemos el hilo al aire; usemos nuestra habilidad, hasta aventándoles el sombrero.
208- Anda como enyerbado
Sabrás que al tal Perico se le ha vuelto agrio el genio; que ya no tiene razones de gente cuerda; ai anda como loco, echándole gritos a la gente.
Sí, muy bien lo entendemos todos los vecinos: es cosa de enfermedad, y por ese motivo todos le sacamos la vuelta, viéndolo como enyerbado.
Antes tan tranquilo y risueño, siempre andaba de buenas; pero le dio en comprar fiado y en pedir prestado a todos. Ahora las deudas lo acosan.
Hay que tomar experiencia para que no le vaya a pasar eso a uno: quédate con lo tuyo, mídete con lo que buenamente pudieras tener en tu mano.
209-Ancho como una verdolaga
Ora que llegaron las aguas, acá en el corral de los zapotes aparecieron unas verdolagas muy crecidas que se tienden anchas en el suelo, bien dadas.
Eso se dice para hablar de gentes a las que, al parecer, nada les hace falta, nada les agobia, nada les duele, y se ven anchas como una verdolaga.
De qué se apuran, y por qué iban a andar compungidas, con cara triste y gesto de dolor, si lo que ha de suceder sucede. Allá arriba quedó escrito.
Pero la conformidad con la voluntad divina, aceptar lo que Dios disponga, no quita que nos quejemos a veces y suspiremos, viendo así la condición humana.
210- Anda arrastrando la cobija
Así vimos pasar a Juan Ureña, ora en la mañana, tan desganado y rendido, que no tiene cuidado en eso de llevar la cobija bien puesta, como se debe hacer.
Es la tristeza en que el pobre quedó hundido desde que se le murió su mujer; se entiende que éstas son de las penas del hombre que le desgarran la vida.
Tan risueña y salidora que fue su esposa; la recordamos en el barrio, donde la veíamos llena de vida, para, de golpe, en repentino y doloroso vaguido, irse de este mundo.
Da tristeza y toma uno experiencia cuando ve al pobre de don Juan, ahora, cuando pasa con la cabeza baja, los hombros caídos y arrastrando la cobija.
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