jueves, 9 de enero de 2014

Contra el frío y el abandono

Albergue a friolentos


La escena es poco menos que deprimente si no fuera porque encierra una actitud de conmiseración, de solidaridad con el dolor ajeno.


Ahí, tumbados sobre modestas pero dignas colchonetas, se esconden cientos de años; muchos de ellos pasados por amarguras; por dolencias del alma y del cuerpo; por el inclemente frío, no sólo de esta gélida épo-ca invernal, sino el que producen la indiferencia, la soledad y el olvido.

Es por eso que se acurrucan los sueños, se tapa el silencio, se cobijan los pensamientos junto con el hambre y los huesos, dejando para mañana la gratitud, quizá todavía con rescoldos de resentimiento familiar y social…

Son días propicios para abrir el corazón, los ojos y los oídos más allá del recuerdo, las luces y los ecos de la Navidad y los buenos deseos del Año Nuevo.


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