jueves, 23 de enero de 2014

Jesús embelesa

Juan López Vergara


El Santo Evangelio que nuestra Madre Iglesia o-frece para el día de hoy, recuerda el primer Anuncio de Jesús, y refiere el contundente impacto que el Señor provocó en sus primeros seguidores, que dio vida al inefable misterio de su vocación (Mt 4, 12-23).

En tierra de sombras, una luz resplandeció

La manifestación pública de Jesús dio inicio con su traslado a Cafarnaúm tras el arresto de Juan Bautista (véanse vv. 12-13). El Evangelista resalta que el comienzo de la Misión de Jesús obedece al cumplimiento de las Escrituras, como lo había a-nunciado Isaías: “Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció” (vv. 14-16).

Para San Mateo, Jesús está allí como la Luz que nace en la periferia, simbolizada por aquella despreciada región, que algunos judíos de Jerusalén llamaban “La Galilea de los paganos” (véase I M 5, 15; Jn 7, 52). En este lugar no sólo empieza la Salvación, sino también es allí donde el Señor Resucitado terminó su ministerio, con el mandato a sus seguidores, de hacer discípulos suyos a todos los pueblos (compárese Mt 28, 16-20).

La proximidad del Proyecto de Dios

Las primeras palabras de Jesús son un resumen de su predicación: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los Cielos” (v. 17). Contienen un mensaje y una exhor-tación. El mensaje es que el Reino de los Cielos, el liberador Proyecto de Vida de Dios para los hombres, se ha hecho cercano: está ya presente, y así lo indica la forma verbal en el texto griego. Y la exhortación, es a convertirse.

La proximidad del Reino es el horizonte que fundamenta, intensifica y cristaliza la conversión, que implica una manera totalmente nueva de situarse en la vida.

El impacto producido por Jesús

Jesús, entonces, convidó a dos parejas de hermanos a seguirlo (véanse vv. 18-20 y 21-22). Les propuso dejar su trabajo, con la promesa de transformarlos en pescadores de hombres. Toda vocación entraña un Misterio: el impacto que produjo Jesús en aquellos pescadores fue tal, que dejándolo todo, le siguieron inmediatamente. Es que Jesús debió ser una Persona muy alegre, y su alegría, como su Fe y Esperanza, era contagiosa (compárese Mt 11, 18-19).

La Buena Nueva traída por y en Jesús, embelesó; es decir: cautivó, fascinó, maravilló completamente a nuestros primeros hermanos en la Fe. Esto se evidencia por su decisión a seguirlo en el instante y, por el hecho de abandonar las redes sin arrastrarlas siquiera a la orilla (véase v. 20). En el caso de los hijos de Zebedeo, hasta de dejar a su padre (véase v. 22). Por ello, el Santo Concilio Vaticano II nos enseña que Jesús:

“Es el punto en el que convergen los deseos de la Historia y de la Civilización, el Centro del género humano, el gozo de todos los corazones y la plenitud de sus aspiraciones (GS 45, 2).


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