jueves, 2 de enero de 2014

De misterios y el tiempo

Angelito viviente


Daniel León Cueva


Decía un viejo cuento infantil que cada niño que nace (¿o que muere?) equivale a una nueva estrella en el firmamento.

También narradores y literatos muy imaginativos hacían suponer que la Edad del Universo, de la Creación, vendría a equipararse a cada astro por cada año transcurrido.

Ya traducida la hipótesis a la realidad, querrá decir que tan inabarcable a la vista o a la contabilidad es la cantidad de estrellas, como inmedible es el tiempo en días, meses o años; ni siquiera calculándolo en convencionales siglos.

¿Y a quién le interesa deveras sondear esos misterios?… Ciertamente a este “angelito” no. De seguro sabrá cuántos años tiene, como entenderá que la estrella en sus manos es la figura de la que se posó en Belén para partir la Historia en dos y abrir una Nueva Era.

Así se asoma otro año para el calendario; con esperanzas y enigmas; con sombras y luces; con las ilusiones y optimismo que abriga la inocencia de una vida que se abre al camino.


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