Amigas, amigos:
Está a la puerta un importante acontecimiento para la comunidad católica de Guadalajara: la Romería en honor de Nuestra Señora de Zapopan, Patrona de la Arquidiócesis. A este respecto, quiero hacer una reflexión sencilla, pero de mucha trascendencia, para disponernos adecuadamente a celebrar este momento.
Es verdad que este evento anual está profundamente arraigado en la tradición religiosa tapatía y en la conciencia de abundantes fieles que se manifiestan a través de su entusiasta participación. Mas yo les pido que tal expresión mariana no quede solamente en un nivel de mera tradición folclórica, considerado como un hecho cultural-religioso o como mera oportunidad para estimular algún tipo de comercio.
Mi deseo es que tomemos este suceso del acompañamiento de la Virgen de Zapopan de regreso a su Santuario con todo el hondo significado que tiene. Esto es, María está viva, está presente y camina con nosotros en la vida y en nuestra ciudad. Quiero que le demos este contenido, el de la real presencia de la Madre de Dios que nos protege, nos acompaña y, sobre todo, que nos conduce a ser verdaderos discípulos y discípulas de su Hijo Jesucristo.
Jesús, lo sabemos, no nos quita nada, no nos empobrece; al contrario, Cristo Nuestro Señor nos enriquece de humanismo, nos propone una serie de valores y de virtudes que nos hacen más valiosos como seres humanos, más comprometidos con nuestra Sociedad y con la búsqueda del bien de todos.
Porque no debemos negar que en nuestra ciudad tenemos, sí, cosas muy buenas que nos enorgullecen y que nos estimulan, pero también debemos reconocer que en esta Guadalajara nuestra abundan hermanos que sobreviven apenas, que carecen casi de todo lo indispensable para existir con la dignidad de auténticos seres humanos.
Entonces, por eso les digo que necesitamos cargar de significado la experiencia de la Romería, para no solamente ir devotamente con nuestra Patrona y Reina, sino para comprometernos a ser mejores cristianos y más solidarios unos para con los otros.
Tenemos, al acompañar y sentirnos acompañados y guiados por María, el deber de trabajar cada vez más por defender los valores de la familia, el valor del vínculo matrimonial, el valor de la educación y la formación de los hijos. Y tenemos también la obligación de velar por nuestros hermanos y hermanas más necesitados, por nuestro entorno y por nuestro ambiente, protegiéndolo y mejorándolo.
Así pues, los exhorto a que se unan devotamente al acontecimiento mariano, que ya es una añeja y bella tradición; pero, al mismo tiempo, insisto en que le impriman un significado verdaderamente cristiano.
Yo los bendigo en el nombre
del Padre, y del Hijo
y del Espíritu Santo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario