jueves, 31 de octubre de 2013

La escucha, desde el silencio

Eduardo Camacho Nieves, 4º de Teología


Levitas orantesEl escuchar es una facultad que todos los seres humanos tenemos, pero que muy poco hemos sabido desarrollar; es más, me atrevo a decir que muchos Medios de Comunicación y algunos sectores de la Sociedad se han encargado de atrofiarla. Aun así, el hombre sigue en esa actitud de escucha, aunque no sepa qué debe escuchar. Desde mi experiencia personal, he descubierto que, en el fondo de su corazón, todo hombre busca la verdad, porque ha sido diseñado para encontrarla; en otras palabras, el hombre busca a Dios. De ahí la importancia de aprender a escuchar no sólo lo que nos viene del exterior, sino, sobre todo, del interior.


Grandes frutos del recogimiento
Resulta casi increíble comprobar cómo los grandes inventos, descubrimientos, avances y conquistas se han ganado en lo secreto; ¿será casualidad que es ahí donde se halla Dios? Él nos llama y siempre lo hace desde el interior de nosotros mismos. Es verdad que se vale de medios externos y que se manifiesta de muchas maneras, pero lo que más desea es que lo descubramos en el interior de nuestro corazón. Ahora bien, sólo lo descubriremos si logramos crear un espacio, tanto exterior como interior, de silencio.

Los grandes místicos, personas de mucha oración, nos han enseñado que es a través de esos momentos de recato e introspección como podemos conocernos tal cual somos, sin máscaras, sin etiquetas, sin apariencias, y que precisamente en ese contexto nos topamos con lo más genuino de nosotros mismos, porque ahí, a la vez, descubrimos a Dios.

Jesús nos dice: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14, 23). Así, nos indica que si estamos atentos a su voz, a su Palabra, lo percibiremos en nuestro interior; sentiremos que no estamos solos, que siempre estamos acompañados. Ésta es la grandeza del silencio, que en realidad no es un silencio vacío, sino que está lleno de contenido, pleno de la presencia de Dios. En eso radica la importancia y necesidad del silencio, lo vital que es en nuestras vidas.


Contra el barullo que aturde

La Sociedad se ha encargado de distraernos y de incapacitarnos para prestar atención a Dios desde el silencio. Es triste ver cómo hay personas que no soportan estar solas ni un minuto, porque no saben qué hacer, porque se sienten tristes, abandonadas, y por eso llenan su vacía soledad de música y canciones insulsas, de Televisión, de Radio, de Internet, de todo tipo de distracciones intrascendentes, ante las cuales les es difícil descubrir lo más valioso de sus vidas.

El silencio con Dios enriquece, ofrece los mejores momentos del día, colma de alegría, de entusiasmo, de energía, y ayuda no sólo a soportar el peso de la jornada, sino que motiva a afrontar con sabiduría los momentos más difíciles de nuestra existencia.

Que Dios nos conceda el gozo de descubrirle en cada momento, sobre todo en esos acontecimientos en que el silencio se presenta y nos ofrece la oportunidad de estar con Él.


Rendida Adoración


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