jueves, 24 de octubre de 2013

La gente tiene la palabra

Luis Sandoval Godoy


171- En cualquier chico rato
2664-2[1]Vamos caminando sin detener el paso. Allá fue iniciado el viaje y nadie puede interrumpir el ritmo en que cada persona va recorriendo su sendero.

Pero queremos volvernos obsequiosos y corteses, y pensamos en una breve pausa, hablamos de un chico rato que quisiéramos imponerle al tiempo.

Un inútil afán: el tiempo no se detiene; tiene un impulso incontenible; su avance sobre nosotros no tiene pausa; el camino no permite que nos detengamos.

Aun así, como disimulando la condena, como queriendo consolarnos, hablamos de un “chico rato”, sabiendo que no hay demora en el avance del reloj.


172- Está bueno para el arrastre
Se ha señalado muchas veces la crueldad en que son tratados los animales, como si no sintieran el dolor, del mismo modo que lo siente el ser humano.

Y, disponiendo para el sustento humano, se echaba mano de la vaca flaca, del buey que no servía para el arado, a fin de aprovechar su magra carne.

Esos animales eran sacrificados de cualquier modo, y luego llevados a rastras a los sitios en que se preparaba esa carne para alimento de las personas.

Luego, en hiriente aplicación y con censurable falta de caridad, se decía a gentes débiles y con largas enfermedades, si estarían ‘buenas para el arrastre’.


173- Esto va a durar hasta que se acabe
Una norma que se ajusta a la más estricta aplicación de la lógica, al buen discernimiento, a las señales que nadie puede variar en modo alguno.

La dolencia que tanto me ha atormentado, las insolencias con que algunas personas nos lastiman, el abuso y los atropellos de aquel funcionario.

¿Cuándo pasará esto, Dios mío; acaso dependemos de la tonta esperanza con que aquél se consuela esperando que lo alivie el Chapulín Colorado…?

¡Nada de nada! Pasará, ni duda cabe, porque todo pasa, hasta la ciruela pasa… Pero, ¿durará más o durará menos? Lo cierto es que durará hasta que se acabe.


174- Estaban creyendo que la Luna es queso
Los chiquillos de antes, no los de ahora, que son avispados y ladinos; pero, antes, el niño se gozaba en historias, en cuentos sencillos que oían de la gente.

Y las fantasías contemplando la Luna: que un conejo encorvado, que un hombre que levanta los brazos, y con ganas de un taco; hasta un queso bien redondo.

La credulidad de la gente sencilla y buena se presta para tejer muchos juegos que pueden hacer que la vida nos resulte placentera y llena de encantos.

Pero no hay que quedarnos ahí; hay que quitar la envoltura de los sueños y llegar a la realidad de las cosas donde la Luna es mucho más que un queso.


175- El cuero se remienda solo

Me quedé viendo a Pancho el Loco, como le decimos de cariño los vecinos. Se cayó de la bicicleta y venía arrastrando el pie casi chorreándole las lágrimas.

Fue uno de esos accidentes como todas las infinitas peripecias a que están expuestas las personas; aunque, claro, las hay de orden mayor y de orden menor.

La caída de Pancho es sencilla: un raspón, la rodilla pelada, y la sabiduría de doña Julia, que venía por la misma banqueta, lo resolvió todo: ‘No te apures, Loco’.

Y la explicación: ‘Cuando se te rompe la camisa, hay que usar la aguja y el dedal para remendarla. En el cuero, la cosa es fácil: se remienda solo; pérate y verás.


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